Por Jorge Zanzio –
Día 15:
Luego de una madrugada lluviosa, amanece parcialmente nublado, pero van pasando los minutos y el sol se abre paso sobre el cielo de La Habana.
Almorzamos un típico plato cubano: “Ropa vieja”. Joaquín solo quiere arroz con queso y agua sin gas. Mercedes acompaña con un jugo de naranja, y yo, siempre aprovecho la oportunidad para entrarle a un mojito del cual sé que no olvidaré jamás. Ese mismo momento me prometo que, de vuelta en casa, fiel a su receta lo prepararé para amigos y amigas.
En la librería que descubrimos hace unos días despilfarramos los pocos pesos que nos quedaban en los bolsillos (en el borrador original de este diario escribo despilfarramos cuando debería haber escrito: invertimos).
Por la tarde retomamos la caminata con el fin de continuar conociendo cada rincón. Hoy vemos la ciudad con una luz brillante, cautivadora, sensual.
Conocemos a un hombre muy tímido, un escultor que realiza en el garaje de su casa magnificas esculturas en madera. Pero a esta altura de nuestras vacaciones, repito, ya no tenemos ni un centavo más para sumar a nuestros tesoros.
Dado que ya estamos en vísperas de regresar a Argentina, volvemos a la plaza de La Revolución con la intención de despedirnos, y sin proponernos, de paso también disfrutamos de la fachada del Gran Teatro de La Habana,; cuando fuimos a ver el Ballet Nacional de Cuba llegamos de noche, y no le prestamos demasiada atención.
Mañana nos vamos de la isla en donde nació Fidel, y en donde están los restos del Che.
No sé muy bien por qué, pero a pesar del breve tiempo siento que algunas cosas voy a extrañar, y deduzco que, escribir algún poema tal vez sea una manera de quedarse un poco. Aquí, un par de intentos:
BREVE EPISODIO HABANERO
El carro amarillo se detiene junto a la acera
y asciende una morocha
de vestido también color amarillo.
El sol con agradables suspiros
tiñe apenas la calle veintitrés,
y un anciano sin dientes come un trozo de pan
mientras observa con entusiasmo
como un perro diminuto
corre hacia ninguna parte, hacia el olvido.
Desde una ventana se puede oír
a un grupo de jóvenes músicos
improvisando sus tercas alegrías.
LAS NEGRAS DE LA REVOLUCION
Retumban por sobre la indiferencia del mundo
las voces de esas mujeres negras, hermosas, brillantes.
Bailando siempre bailando
para atrapar la luna con sus dedos y melenas
y así esgrimir la posibilidad del eventual espanto
que siempre asoma sus narices
para aplastar cualquier revolución.
Seguí cada sábado este diario de viaje por la Isla de Cuba.
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