AÑO 2013. DIARIO DE CUBA (una vueltita por la historia), parte III

Por Jorge Zanzio –

Día 3:

9:15 PM. Abordamos por primera vez una máquina (se conoce así a los autos estadounidenses antiguos de la década del 50 que se utilizan como transportes públicos. Son tan amplios que caben cómodamente tres adultos en el asiento de adelante y tres en el de atrás. Al igual que a un taxi y como en cualquier parte del mundo se los detiene con un gesto de mano. Los pasajeros no tienen exclusividad y si queda espacio, abordan otras personas hasta completarse).

Nos dirigimos en dirección al ISA (Instituto Superior de Arte) en donde Mercedes debe encontrarse con una mujer académica en el terreno de la danza contemporánea. Tiene programada hacerle una entrevista para un trabajo de postgrado. El encuentro fue concertado vía mail desde La Plata, nuestra ciudad de origen. Con Joaquín nos quedamos dentro de los jardines del instituto jugando con los árboles a orillas de un arroyo.

La conversación entre ambas colegas se sucede satisfactoriamente.

El sol brilla vertical sobre nuestras cabezas, y en el centro de la Habana tomamos un colectivo, los cuales son denominados por los cubanos como guagua. Parece ser que éste vocablo es una adaptación del inglés wagon o waggon (vagón). No sé; debo averiguar sobre el origen de esa palabra.

Luego de unos veinticinco minutos de viaje llegamos a las clásicas playas del Este de La Habana. Joaquín emocionado con la arena y el agua limpias; nosotros también compartimos su satisfacción. El día de ayer la playa 16 nos dejó perplejos, pero hoy el cambio es visiblemente de 180 grados. La transparencia del mar nos permite ver nuestros pies nítidamente y disfrutar de una temperatura imposible de encontrar en toda la costa Argentina. El inconveniente para mí es que me olvidé la malla en el departamento, y rechazo de plano la idea a quedarme en slip el cual podría pasar como una sunga. Detesto las sungas de manera inexorable, me hacen sentir ridículo y exhibicionista. De todos modos el percance no frustra mi deseo de jugar con la familia, y después de vaciar los bolsillos, y de quitarme el cinturón, ingreso al mar del caribe con mi jean azul. Mi compañera y mi hijo se ríen de la situación, pero hago caso omiso evitando la befa. Y a pesar del peso del pantalón al mojarse, igual me divierto.

La tarde se llena de reflejos color naranja.

Pegamos la vuelta hacia el departamento.

Al caminar las ingles que ya están paspadas por el roce de la tela de jean me fastidian bastante. Joaquín y Mercedes aguantan la burla, pero se les nota. ¡Shit!

Seguí cada sábado este diario de viaje por la Isla de Cuba.

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