Año 2013. Diario de Cuba (una vueltita por la historia), parte IV

Por Jorge Zanzio –

Día 4:

En un taller de arte particular que tiene sus puertas abiertas de par en par mirando hacia una de las calles de la Habana Vieja conocemos a Raúl, un artista plástico consumidor acérrimo de la música de Juan Carlos Baglieto, ubicándolo por sobre todo músico popular de cualquier parte del mundo. Sus cuadros expresionistas de grandes dimensiones son potentes, maravillosos. Le prometemos otra visita antes de regresar a la Argentina.

Tomamos unos mates en una de las plazas más grandes del mundo, “La Plaza de la Revolución”. Fue fundada por el dictador Fulgencio Batista. Al principio se llamaba Plaza Cívica, pero se volvió famosa con la Revolución, cambiando al nombre con la cual todos la conocemos. En ella, el escultor cubano Juan José Sicre Vélez esculpió el monumento a José Martí. Sobre el Ministerio del Interior, mirando la plaza, en relieve, se erige la imagen del Che Guevara, y desde 2009, también la de Camilo Cienfuegos; ambas creadas por el artista de la ciudad de Holguín, Cuba, Enrique Ávila.

El cajero automático con nuestras tarjetas VISA es poco generoso y apenas expide diez dólares cada tanto; el cepo del gobierno de Cristina rige a raja tabla. Por la ciudad, especulamos, y seguramente por el resto del país no habrá un solo local en el cual se pueda usar una tarjeta de crédito ni de débito. Para las casas de cambio, por supuesto, los pesos argentinos son poco menos que desechos de papel. Eso sí, el dinero del imperio como en cualquier latitud del planeta, bienvenido sea. No hay con qué darle, hasta los principios son pragmáticos.

El Museo Nacional de Bellas Artes es hermoso, y posee una de las colecciones de pinturas y esculturas más importantes de América Latina. Un patrimonio envidiable para cualquier nación. A Joaquín le impacta los cuadros de batallas de artistas españoles. Eso sí, algo paranoicas las personas que trabajan en la seguridad del museo porque nos siguen como moscas, pegaditos a nosotros igual que en el tango. Y yo que pensaba robarme la hipnótica “Gitana tropical” del artista cubano Víctor Manuel (para muchos la Gioconda americana o La Mona Lisa tropical).

Afuera llueve, torrencialmente. Por suerte el museo es grande y el recorrido extenso nos permite matar dos pájaros de un tiro: continuar gozando del arte y evitar la tormenta.

Es de noche; paró la lluvia y aparecen las estrellas como miles de luciérnagas, muy brillantes.

En el Gran Teatro de La Habana, ícono arquitectónico de la ciudad disfrutamos en familia del Ballet Nacional de Cuba. Más técnica que emoción.

Seguí cada sábado este diario de viaje por la Isla de Cuba.

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