Por Jorge Zanzio –
Día 13:
En un catamarán, junto a un grupo de turistas, nos internamos en el mar para disfrutar de los delfines. Por supuesto, Joaquín cumple su gran deseo de acariciarlos y de posar con uno para la foto.
Continuamos viaje hasta una zona en el mar llamado “Barrera Coralina”, y en donde se puede ver con claridad el fondo a cuatro metros de profundidad. Al igual que el resto, Mercedes y yo nos arrojamos a nadar. Los peces de colores, con ojitos de curiosidad y respeto nos circundan. Yo, medio básico, a diferencia del resto no uso snorkel, y me arrojo así no más, a la que te criaste. Un rato después le coloco el salvavidas a Joaquín y lo bajo para que patalee un poco en el agua.
Seguimos viaje hacia “Cayo Blanco” en donde, como su nombre lo sugiere, la arena por su color parece harina. Pero antes de ir a disfrutar del agua, en un gran quincho de unos quince o veinte metros, los pasajeros de tres catamaranes almorzamos un plato típico de la isla: “Enchilado de langosta”.
Con las panzas llenas ya en el agua tibia y transparente jugamos hasta cansarnos. Por unos momentos imagino en cómo sería vivir en un lugar así, e inmediatamente caigo en la cuenta que un rato está bien, se me hace placentero hasta que aparece en mi corazón y en mi memoria la ciudad. Yo soy bicho de asfalto. Una calle con cines, teatros, librerías es más excitante que cualquier playa, e incluso esta misma que podría jugar en la Champions league de las playas. En este juego de imaginar, Mercedes y a Joaquín no eligen ni la ciudad ni la playa, ellos se inclinan por la montaña.
Volvemos en el catamarán y un hombre que no es cubano; por el acento nos parece venezolano, pero que va y viene constantemente a la isla, nos cuenta que muchos prefieren trabajar en turismo más que ser profesionales en otras disciplinas dado que, en un día se puede ganar más dinero en propinas que trabajando un mes de cualquier otra cosa. Otra vez en tierra, una chica oriunda de Santa Clara nos comenta que un trabajador obtiene su casa pagando por mes sólo el diez por ciento de su sueldo; en Argentina ni en figuritas.
Agotados por el viaje y por escuchar constantemente a la gente que intenta mostrar, algunos, el lado oscuro de la isla, y otros, el lado luminoso de la misma. Cenamos en el departamento y nos acomodamos en los sillones a ver un poco de televisión hasta perder la consciencia.
Seguí cada sábado este diario de viaje por la Isla de Cuba.
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