No es ansiedad, es lucidez: vivir en la incertidumbre

Profesor Por Dr. Luis Sujatovich* –

Los alarmantes diagnósticos que a diario se publican en distintos medios sobre la particular forma de experimentar el tiempo en la sociedad contemporánea obligan a suponer que estamos atravesando una etapa crítica de nuestra subjetividad: vivimos tan exasperadamente acelerados que ningún estímulo parece suficiente por más de cinco segundos. Las obras de Patino (La civilización de la memoria del pez) y de Haidt (La generación ansiosa) son ejemplos representativos del enfoque más frecuente para abordar esta predisposición hacia el futuro inmediato. Sin embargo, cabría la posibilidad de interrogarnos sobre algunas de sus causas, sin caer en una interpretación farmacológica ni en una lectura abrumadoramente pesimista.

Un tiempo sin nombre: la era de lo indefinido

Una de las posibles claves para comprender esta necesidad de pasar pronto a la siguiente pestaña quizá esté vinculada con la profunda incertidumbre que nos atraviesa. Esa perplejidad es tan extendida que hay más consenso en la manera de describirla —desde el paradigma de la complejidad de Morin hasta los entornos VICA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo) o BANI (Frágil, Ansioso, No lineal e Incomprensible)— que en la denominación misma de nuestra época. ¿Modernidad tardía, hipermodernidad, posmodernidad, modernidad líquida? Resulta tan difícil anticipar siquiera el corto plazo que cualquier intento de aproximación se vuelve inconducente. Motivo más que suficiente para explicar un estado de ansiedad, ¿no es cierto?

Urgencias y atenciones: el cuerpo como medida del presente

Para percibir de forma más cercana los efectos de esta incertidumbre —y su vínculo con nuestra atención— podríamos dejar de lado por un momento las conceptualizaciones y centrarnos en situaciones más concretas: ¿qué nos ocurre cuando recibimos un resultado médico, el informe de un examen o un correo electrónico con información importante? Es decir, ¿cómo respondemos cuando necesitamos saber algo que afecta de forma directa nuestras vidas y, frente a nuestros ojos, ese dato aparece mezclado con otros que nos resultan irrelevantes? Muy probablemente miremos todo con rapidez, sin detenernos en detalles secundarios, hasta dar con aquello que nos urge conocer. ¿Alguien se detiene a leer el número telefónico del laboratorio cuando busca una cifra clave en un informe médico? Ahora bien, ¿qué sucede cuando, después de revisar correos, diagnósticos o documentos, seguimos sin hallar la información que necesitamos? ¿Cómo nos comportamos frente a esa imposibilidad de saber?

Ansiedad como síntoma, cinismo como respuesta

Tal vez la ansiedad recurrente no sea solamente una consecuencia directa del uso de tecnologías digitales, ni el emergente epocal de una generación que no es capaz de tomarse el tiempo para reflexionar. Tal vez sea la expresión de un malestar más profundo: la forma que adopta la subjetividad para manifestar el impacto de una incertidumbre sostenida, cuyo diagnóstico apenas alcanza a ofrecer caracterizaciones que, lejos de proponer alternativas, solo refuerzan estrategias restrictivas, como limitar el acceso a los dispositivos. Es el equivalente a amordazar a alguien para no escuchar sus gritos de dolor, suponiendo que así deja de sufrir. La conciencia del desconocimiento no alcanza para enfrentarlo, y acaso por eso la ansiedad que afecta a las generaciones más jóvenes pueda entenderse como una forma intuitiva —pero lúcida— de manifestar su disconformidad frente a la precariedad de nuestras previsiones. Ni siquiera podemos asegurarles que el planeta seguirá existiendo tal como lo conocemos. Sin embargo, nos sorprende que no encuentren consuelo. Si ellos son la generación ansiosa, nosotros bien podríamos ser la generación del cinismo.

*Investigador – Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –

Fuente de la imagen: https://es.wired.com/articulos/que-es-la-ansiedad