Si pensás que escribir con IA es trampa, esta nota no es para vos

Profesor Por Dr. Luis Sujatovich* –

El surgimiento de la inteligencia artificial generativa ha desatado un intenso debate sobre su papel en la producción escrita. Se le acusa con frecuencia de incurrir en plagio sistemático, lo que pondría en entredicho la validez de cualquier discurso generado y cuestionaría la propia noción de autoría. Además, se advierte que esta tecnología puede perpetuar sesgos existentes y reproducir errores conceptuales, como la inclusión de referencias falsas, lo que complica aún más el debate en términos éticos y epistemológicos.

Tecnología y creación: una perspectiva histórica

Para abordar este debate desde otra óptica, conviene articular la emergencia de la IA con el devenir de las tecnologías analógicas y digitales de los últimos 150 años. Así, la fotografía no sería una creación estrictamente humana: la imagen es producto de la cámara, aunque mediatizada por el usuario. En la música, el ejemplo es aún más claro: los instrumentos y la industria han reducido la intervención humana a lo indispensable, pero nadie acusa de plagio a una banda que utiliza samplers. Por lo tanto, la IA generativa puede entenderse como el último eslabón de una larga cadena tecnológica que potencia la expresión humana. Quizás el trasfondo del debate radica, como afirmó Heidegger, en que “el lenguaje es la casa del ser”, es decir, constituye la forma en que habitamos y comprendemos el mundo. Nos resulta difícil aceptar que habitamos un lenguaje que no nos pertenece en exclusiva: otra herida narcisista de la posmodernidad.

Plagio, ideas y materialidad

Resulta relevante distinguir si, al denunciar el plagio, se alude a la materialidad de la escritura (quién utiliza el teclado) o a las ideas expresadas. Si el problema es físico, la censura debería aplicarse a cualquier actividad mediada por tecnología. Ni pianistas, ni médicos, ni pilotos de Fórmula 1 actúan en soledad; delimitar el inicio de la tarea humana y el de la asistencia tecnológica sería complejo. Sin embargo, la distinción central debería situarse entre la producción de ideas y la ejecución del acto. Si alguien formula una idea valiosa, aunque imperfecta, y la IA la mejora, ¿es esto plagio? Quizás sea más adecuado entender la escritura asistida como una oportunidad para potenciar la creatividad, el intercambio y la profundización conceptual. No olvidemos que Barthes ya anunció en 1968 la “muerte del autor”, recordándonos que toda escritura es, en esencia, un tejido de citas y reinterpretaciones.

La noción de autor: ¿a quién sirve?

La figura del autor no es neutral: responde a una construcción histórica ligada al capitalismo y al romanticismo, que exaltó al genio creativo como ente aislado. Sin embargo, ningún texto nace en el vacío —toda escritura es un diálogo con tradiciones previas—. Los derechos de autor, lejos de proteger a los creadores, suelen operar como herramientas de control mercantil, priorizando intereses corporativos sobre la circulación del conocimiento.

Frente a la IA generativa, urge preguntarse: ¿defendemos la autoría por su valor cultural o por inercia de un sistema que monetiza la originalidad? ¿Perseguimos ideas relevantes o firmas reconocibles? La paradoja es evidente: mientras el discurso académico reconoce la intertextualidad la maquinaria legal insiste en privatizar la creatividad. El verdadero dilema ético no debería ser el plagio, sino el sentido social de la escritura. La IA no clausura al autor: revela que su figura fue siempre un artificio. La pregunta urgente ya no es quién firma, sino quién se beneficia y quién queda excluido de cada texto.

*Investigador – Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –

Fuente de la imagen: https://www.julianmarquina.es/herramientas-para-escribir-textos-con-inteligencia-artificial/