¿Solicitar información es un modo de dialogar con la red?

Profesor Dr. Luis Sujatovich* –

Vincularnos intensamente con las tecnologías digitales no nos ha quitado, aún, nuestra pertenencia cultural. Es, sin dudas, una cualidad favorable para nuestra subjetividad, una suerte de persistencia humana que no se extingue en la digitalización. Hay varios ejemplos cotidianos de esta actitud, aunque suelan considerarse como una debilidad o como un motivo de burla: iniciar una búsqueda en Internet pidiendo por favor a Google, es uno de los más frecuentes. Y se suele acompañar ese comentario con la frase “soy mi abuela usando Internet”.

La humanización de nuestra relación con los algoritmos también se da en las preguntas a los sistemas como Alexa que se activan por voz y también sucede algo semejante con el chat GPT. No podemos quitarlos las tramas sociales que nos constituyen como sujetos ni siquiera cuando estamos solos, porque si estamos de acuerdo que esa interacción no involucra a ningún otro humano y que no se puede considerar un monólogo, entonces nuestra acción aún cuando se presume puramente instrumental no puede salirse del marco interpretativo que nos contiene.

El pensamiento computacional, en consecuencia, supone un doble esfuerzo, casi como una traducción simultánea: debemos comprender un lenguaje y contextualizarlo para luego convertirlo en uno que es tan diferente, que es otro, una otredad. Es un desafío mayor para quienes no estamos en esas disciplinas, por eso la preeminencia de la trama de sentidos, que podemos denominar rutina, nos impulsa a expresarnos de una forma que no es, en absoluto, necesaria para el correcto funcionamiento de los programas informáticos.

La expansión incesante de los recursos digitales no ha podido quitarnos nuestra humanidad, a pesar de las repetidas quejas sobre el tiempo que se emplea en utilizarlas, por el contrario, acaso sin saberlo, hemos podido acercarlas a nuestras formas de relación, ¿o acaso no se refieren a eso los desarrolladores cuando sostienen que la inteligencia artificial aprende de su contacto con la sociedad? Ajustar búsquedas, comprender modismos, advertir que una mala pronunciación no debe impedir que el resultado de la búsqueda sea positivo, es una huella humana en los algoritmos.

Y para quienes están azorados porque las nuevas generaciones se comunican entre sí (hasta en una misma habitación) mediante una red social, sería conveniente que aceptaran que bien podríamos reducir nuestro uso de las interfaces a una mera carga de datos, por ejemplo, como sucede con un cajero automático, y retirarnos satisfechos de haber obtenido lo que deseábamos. Y, sin embargo, no. Hacemos del intercambio de datos un hecho cultural, una forma de diálogo -que si bien es simulado no deja de contener nuestra condición humana, social y subjetiva – que dista muy poco de cualquier otra que podemos compartir con una persona a la que consultamos algo en la calle.

No podemos dejar de ser personas ni siquiera frente a algo que sabemos que no lo es.

No sabemos aún si es un beneficio para la tecnología, pero, sin dudas, para nosotros es una virtud.

* Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –

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