La tecnología persigue fines que sólo en ocasiones coincide con los problemas de la humanidad

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

Los desarrolladores tecnológicos no juegan a los dados. Sus avances tienen una marcada orientación que, podríamos denominar, intrínseca. Si consultáramos a los vendedores de equipos informáticos y a diversos usuarios, muy probablemente estarían de acuerdo en los beneficios que reporta su manipulación. Sin embargo, esas mismas personas no dudarían en afirmar que no siguen sus deseos, sino más bien intereses y necesidades que pocas veces coinciden con las demandas sociales. Quizás por ese motivo la apropiación tenga tanta relevancia, es la única estrategia posible para adaptarla a las necesidades que pretendemos resolver. Es un ejercicio loable y en aumento, pero no deja de evidenciar una particularidad negativa de los intereses empresariales involucrados en la comercialización de productos: las respuestas que ofrecen sólo atienden a sus preguntas.

La robótica, las computadoras con capacidad cuántica, las impresoras en 3D, las pantallas plegables y los entornos inmersivos (especialmente Metaverso) son algunas de la innovaciones más celebradas de los últimos años. Y si exceptuamos la participación de la red para favorecer la fabricación de las vacunas contra el Covid-19, podemos comprobar que están alejados de los problemas más acuciantes de la humanidad. La excepción confirmaría la regla: la pandemia los obligó a adoptar una agenda externa. De alguna forma se podría postular un diagnóstico semejante al que formuló Umberto Eco acerca de Superman, cuando consideraba que aún con los máximos poderes imaginables, sólo se ocupaba de hacer el bien en una escala minúscula: “Superman tiene conciencia cívica, pero no política. Siendo capaz de crear con sus propias manos riquezas para alimentar a los pobres del mundo, o de derrocar a todos los dictadores de la tierra, prefiere dedicarse a detener ladrones y hacer obras de caridad. En otras palabras, la única forma visible que asume el mal es el atentado a la propiedad privada”.

La tecnología en su dimensión científico-empresarial padece una limitación análoga.  Busca afanosamente superar sus propias expectativas y ofrecer a la humanidad un mega-súper-computadora mientras el agua escasea, el hambre no se elimina y el planeta declina en sus recursos. A diferencia de la época en que la historieta fue publicada, no se trata de una problemática de clase social o de lucha ideológica, aunque a veces ciertos sectores ligados a los grupos económicos traten de ligarlos, señalando que no hay crisis ambiental y que es sólo una propaganda pesimista. Falta que digan que es auspiciada por el oro soviético, pero no se atreven a tanto. Por lo tanto, es complicado establecer una lógica explicativa para abordar nuestro presente sin que no derive en el absurdo. La cuestión será entonces si nos alcanzará la inventiva para poner los nuevos dispositivos y aplicaciones al servicio de las urgencias que nos agobian o deberemos contentarnos con observar como un cohete salva sólo a un niño del colapso del planeta. Como en la historieta, pero al revés: la nave deja la tierra. Y no es ciencia ficción por entregas. Aboguemos, al menos,  porque sea un humano quien escape y no una computadora.