Twitter, los pasquines, el humor y el anonimato en la red

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UDE – Universidad Siglo 21 –

Las condiciones de producción y consumo de los pasquines nos permiten comprender algunas de las particularidades de la cultura digital contemporánea. Es difícil fechar con precisión su surgimiento pero las primeras manifestaciones parecen haber nacido en Roma, ya que  deben su denominación a la estatua de Pasquino (o estatuas parlantes). Allí eran pegados los trozos de papel escritos a mano con mensajes breves que se caracterizaban por  utilizar el humor para criticar a las autoridades y a los personajes notables de la época. Se pegaban en esas estatuas porque solían estar en lugares muy transitados y por lo tanto, garantizaba difusión. Para ser leídos era necesario figurar en algún lugar público que la sociedad reconociera como idóneo para hallar esa clase de discursos.

El anonimato de los textos era la medida de seguridad que se adoptaba para evitar represalias, la diferencia de poder entre quienes escribían y quienes recibían las bromas era tan grande que se debían tomar muchas precauciones. Pero los pasquines no han sido sólo un asunto de Europa, en América también han tenido una amplia circulación. La novela de García Márquez “La mala hora”, publicada en 1962, tiene uno en el inicio de su trama argumental. Por lo tanto, es pertinente considerarlos como parte de nuestra historia de la comunicación.

La mediatización de la esfera pública ha traído hacia el centro de los espacios digitales a todos los procesos de construcción de subjetividad y por lo tanto, no es posible concebir ninguna discusión de asuntos de la sociedad sin recocer su influencia: la red no es sólo el contexto, sino también la forma y el contenido. La red se referencia a sí misma a través de nuestras intervenciones a la vez que nuestra subjetividad le marca los límites y se desempeña como fundamento de su existencia.

En consecuencia, si quisiéramos intercambiar mensajes breves, anónimos y con una marcada tendencia hacia el sarcasmo y la burla de las instituciones, gobiernos y empresas (es decir, hacia los que ostentan algún tipo de poder), ya no nos preocuparíamos por buscar una estatua sino un celular.

Sin embargo,  no se trata sólo de postular la relación que se puede señalar entre los pasquines y Twitter, sino más bien en destacar que ciertas preocupaciones siguen vigentes: la revancha contra las injusticias sigue estando circunscripta  a la burla, el anonimato es cada vez más necesario y aunque las reglas del consumo han cambiado mucho (los contextos son notablemente diferentes) la incidencia que puedan tener para transformar una situación sigue siendo difícil de precisar. Se teme más la reputación que pueda suscitar un acto que sus consecuencias concretas, de allí que si el delito no se descubre el responsable no se arrepiente.

La red y sus múltiples beneficios comunicacionales no parece haber resuelto un problema fundamental: el respeto por la libertad de expresión, pero no sólo en relación a la censura  (aunque en la red la autocensura parece más eficiente, porque nadie vela por su aplicación  y aun así funciona) sino también a los excesos que se comenten en nombre de ella.

Entre los pasquines y Twitter hay miles de años, aunque la mayor distancia parece ser tecnológica.