Los influencers y la decadencia del Estado nación en la posmodernidad

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

Los influencers conforman un grupo selecto de sujetos que han logrado concitar la atención de millones de personas sin poseer un talento ni una trayectoria que permitan comprender su éxito.  A veces se los suele comparar con los líderes de opinión y si bien comparten algunas cualidades, es sencillo advertir que hay una gran diferencia: no tienen un arraigo político que los impulse.  Eso significa que no cumplan con una labor ideológica, pero es probable que no lo reconozcan ni que tenga mucho valor para ellos. De esa forma se vuelven más eficientes y menos consientes. Y no me estoy refiriendo sólo a los influencers sino también a su vasto y variado público, porque cuando se alude a procesos comunicacionales no se puede continuar sosteniendo la dicotomía dominador-dominado, ¿o acaso los consumos culturales no suponen una (particular y momentánea) adhesión?

Si somos capaces de no ceder a la doble tentación de menospreciar ni a los seguidores  (lo cual supondría una suerte de autocrítica pero en tercera persona: son otros – que son como yo pero no tanto – los que caen bajo su influjo), ni de considerar a los influencers meros emergentes de una cultura en decadencia, estaríamos habilitados para enfrentarnos a un interrogante menos complaciente: ¿qué se busca en un influencer? ¿Por qué tienen tanta relevancia? ¿Cuál necesidad insatisfecha están pudiendo resolver? Hay ejemplos que anuncian un cambio sustancial en los modos en que se organiza una comunidad para resolver una carencia, para cumplir una meta o para integrarse a un objetivo que supere la individualidad.  Desde la teoría de grupos es posible hallar algunas pistas que nos permitan comprender estas nuevas formas de asociación mediada. Didier Anzieu y Jacques-Yves Martin en La dinámica de los grupos pequeños publicado en 1986, refieren que la muchedumbre se caracteriza por “reunir a un gran número de individuos que coinciden en un mismo lugar, sin haber buscado, de forma explícita, que eso suceda. Se caracteriza porque allí cada individuo busca satisfacer la misma motivación, pero bajo ciertas condiciones que podrían considerarse próximas a la soledad”. La tendencia hacia exacerbación de la unicidad sólo permite asociaciones fugaces. Conformamos una comunidad eventual, podemos estar muy juntos, pero sólo por un rato. 

La modernidad supuso el ocaso del núcleo semántico de la Edad Media, la religión y su relato fueron diluyéndose a medida que las nociones ligadas a la economía capitalista, la división de poderes y la preeminencia del Estado nación fueron adquiriendo un carácter hegemónico. Quizás estemos iniciando un proceso similar, pero esta vez las víctimas son los referentes que – simbólica y materialmente – aunaron la trama social, política, económica que dominaron en occidente durante los últimos tres siglos. Ni el Estado nación, ni sus gobernantes, ni sus emblemas, ni sus discursos tienen la fuerza suficiente para suscitar la atención, el deseo y  la voluntad de la individuos del siglo XXI.

Los influencers tienen un valor testimonial: nos enseñan que la posmodernidad se construye desde la inestable y volátil subjetividad individual. Por eso la red nos contiene mejor que cualquier  nacionalidad.