Kant y las noticias falsas

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UDE – Universidad Siglo 21 –

La indignación que produce corroborar que hemos sido víctimas de una noticia falsa, suele recrudecer la noción de que los medios son, fundamentalmente, una usina permanente de engaños y malos hábitos informativos. Y una vez que nos hemos subido al discurso dominante sobre “el poder de las redes”, es casi imposible bajarse. Es más frecuente encontrar personas que no han caído en la tentación que valientes que han sabido decir basta.

 El comportamiento se asemeja al que suscita una adicción: es muy complejo romper con un hábito, que, para peor, nos hace sentir críticos e irreverentes. La satisfacción de pronunciar en una red o en una reunión que “los medios mienten” no lo ofrece casi ninguna otra impostura. Sin embargo, es preciso destacar, que esa declaración no sirve como escudo, como talismán, como desencantamiento perpetuo. Si los problemas se resolvieron sólo con la palabra, hace muchas generaciones que nadie tendría ni un solo conflicto en su vida.

Se vuelve necesario, por lo tanto, suspender las grandes enunciaciones y revisar con más detalle y con mucha humildad, el desempeño personal.  Porque como ha demostrado el equipo de trabajo de Chequeado.com,  la propagación de noticias falsas depende mucho más de la acción individual de cualquiera de nosotros que de las plataformas. Su investigación, que puede consultarse aquí (https://chequeado.com/wp-content/uploads/2021/02/Chequeado-en-Argentina.-Fact-checking-y-la-propagacion-de-noticias-falsas-en-redes-sociales.pdf ) indica que el camino que atraviesan es el siguiente: nacen en sitios desconocidos y sin autoría, pasan a mensajerías como Telegram y WhatsApp, y luego si logran prosperar llegan a la redes más importantes (Facebook, Twitter, Instagram) para ser recogidas allí por los grandes medios.

La ecuación es simple: gracias a la intervención de miles de personas una nota inventada y maliciosa se convierte en un contenido engañoso que llega a millones. Antes de los medios estamos nosotros, no sé si es una revelación positiva o negativa. ¿Alguien alguna vez escuchó a un grupo de personas manifestándose en contra de un vecino porque los participa en cadenas de mensajes que informan mal?  El estudio también indica que “la gente no cambia necesariamente de opinión, pero cambia su comportamiento cuando Chequeado señala que algo es falso”. En consecuencia, ni siquiera las evidencias son capaces de transformar nuestro pensamiento, aunque sí nos invitan a resguardarnos un poco.

La vinculación de cada uno de nosotros con y en la red es el principal sustento de la convivencia democrática, aunque supongamos que esa responsabilidad se agota con el sufragio. La desconfianza que podamos asumir frente a las portadas de los medios digitales nunca será suficiente si no somos capaces de aceptar, con humildad, que nuestra parte no siempre cumple con lo esperado, es decir no siempre nos comportamos como ciudadanos responsables cuando compartimos un mensaje. Qué lejos nos queda uno de los imperativos categóricos propuestos por Kant: “Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal”.

No hay dudas que es más sencillo reclamar a las grandes corporaciones, que asumir parte de la responsabilidad por aquello que se comparte.

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