El individualismo es una estafa

Profesor Por Dr. Luis Sujatovich* –

Una de las grandes estafas de la modernidad ha sido el relato consagratorio del individuo, porque nos ha hecho creer que somos más importantes que el conjunto. La literatura, la política, el cine han hecho de la unicidad un valor insustituible en nuestra cultura. Apenas algunas manifestaciones religiosas todavía conservan una alusión al conjunto, acaso como un resabio de la Edad Media. Las guerras, los avances científicos y los últimos desarrollos en la robótica están focalizadas en un sujeto, en sus logros, en sus aportes. Convirtiéndose así en el epítome de cada suceso.

Basta revisar, por ejemplo, algunos acontecimientos del Siglo XX, por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial, la Revolución rusa o mexicana, la creación de la web o la expansión de Microsoft remiten a nombres propios. Esta simplificación ha estado favoreciendo, desde hace años, la confusión respecto a la relación entre sujeto y sociedad. No se pretende, por supuesto, negar las particularidades de algunas personas, ni tampoco suponer que no hay esfuerzos o conocimientos que puedan destacarse. Sin embargo, postular que sus méritos resultan suficientes y que no han necesitado de nadie, es sin dudas, cometer un absurdo.

¿Quién ha podido hacer algo en absoluta soledad? La referencia a Robinson Crusoe no es válida, porque se trata de una novela y, además, es preciso considerar que sus conocimientos para sobrevivir no fueron creados por él, sino que conforman una herencia de miles de generaciones anónimas que han contribuido para que la humanidad prospere. La incertidumbre acerca de los responsables de inventar la rueda, de dominar el fuego y de conocer la agricultura, debería conducirnos a un mayor recato sobre nuestros méritos.

Los discursos acerca del éxito económico dentro del capitalismo (en cualquiera de sus manifestaciones) también tienen responsabilidad en este ardid. Y si bien es cierto que hay una larga y poco estudiada tradición marxista que insiste en estas particularidades entre personas, trabajo y capital, los fracasos en Europa han determinado que sus formulaciones, aún aquellas que no tienen una jurisdicción específica, hayan caído junto con el muro. La legitimidad perdida arrasó también con su veracidad.

El emprendedurismo cae, también, en el mismo error: supone que una persona inicia un negocio y si le va bien es, exclusivamente, por sus méritos. Cabría preguntarse si es capaz de fabricar, por sí solo, todos los insumos que precisan sus productos y también si los distribuye y comercializa sin asistencia. También, siguiendo esa premisa, tendríamos que admitir que sus clientes son de su misma condición. ¿Cómo se explica que, si cada uno está sólo y no adeuda nada a sus antepasados, puedan vincularse usando dinero, excepto que postulen que también es una creación personal?  Afortunadamente nadie se ha animado a superar ese límite de la cordura.

Ni siquiera el individualismo, en tanto concepto cultural, social y normativo, es el producto de una sola persona. Después de Adán y Eva, nadie puede verse eximido de rendir tributo a sus antepasados y a sus contemporáneos.

*Investigador – Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –

Fotografía: https://unsplash.com/es/fotos/gente-caminando-en-la-acera-cerca-de-los-edificios-durante-el-dia-CVqvj4Kht-g