El dilema de la IA: escribir con un clic, ¿pensar con un prompt?

Profesor Por Dr. Luis Sujatovich* –

Escribir con la IA resulta más sencillo que buscar información en Google, y eso significa entonces, tantas oportunidades como peligros. Tanto podemos lograr que nuestras ideas tengan el orden gramatical necesario, la sintaxis correcta y el uso de tildes apropiado, como convertirnos propagadores de noticias falsas o, lo que es aún peor, en míseros impostores.

El vértigo de la facilidad: de la idea al prompt

Las ventajas de usar la IA quedan demostradas de forma muy sencilla: basta una mínima consulta para comprender todo su valor. Sin embargo, el riesgo de caer en la fascinación nos puede afectar la percepción de sus límites  y de los nuestros. Así como el esbozo de una idea puede transformarse en un planteo teórico consistente, también podemos considerar que toda respuesta es aceptable y que nuestra labor debería agotarse en la mera inscripción de prompts eficientes.

Verdad a la velocidad de la red

La IA generativa y las noticias falsas constituyen una relación estrecha y problemática. Estas tecnologías permiten producir con gran rapidez textos, imágenes, audios o videos con apariencia de veracidad, capaces de multiplicarse en redes sociales y entornos digitales sin un control efectivo. La dificultad para distinguir entre información confiable y fabricada incrementa el riesgo de desinformación, erosionando la credibilidad de las fuentes y debilitando el debate público.

Los sistemas de detección de plagio avanzan de manera cada vez más sofisticada, aunque la noción de plagio en sí misma resulta compleja de abordar. Al mismo tiempo, se desarrollan iniciativas para que los contenidos generados por IA —especialmente imágenes y videos— incluyan marcas o sellos digitales que permitan reconocer su origen artificial. Estas medidas, aunque aún incipientes, buscan contribuir a la transparencia y a la preservación de la confianza en los entornos digitales.

Telarañas digitales: discernir en la era de la simulación

Sin embargo, el problema más complejo no parece estar ligado a las falacias, sino a la impostura. Y no, no tiene que ver con el plagio, sino con la imposibilidad de advertir falencias, sesgos y errores en la información proporcionada. Cierto es que, si el destinatario está en mejores condiciones, podrá preservar el discernimiento. De lo contrario, habremos arrojado otro proyectil contra la criticidad y la ciencia, es decir, en favor de la cerrazón permanente que subyace en el sentido común. Porque la IA utilizada sin un fundamento que la oriente y corrija es sólo una herramienta de la costumbre, que como nos advirtió Girondo, nos teje diariamente una telaraña en las pupilas.

La razón: nuestro algoritmo interior

La inteligencia artificial nos sitúa ante una paradoja: democratiza la elocuencia al tiempo que trivializa la verdad. Su riesgo no reside solo en su capacidad para generar desinformación, sino en su potencial para envilecer nuestro criterio, invitándonos a confundir la fluidez con el rigor y la velocidad con la calidad. El desafío, en consecuencia, no es tecnológico, sino intelectual.

Para superarlo, solo contamos con las herramientas humanas de antaño: el escepticismo activo, la curiosidad insaciable y el compromiso inquebrantable de no convertirnos en meros propagadores de prompts, sino en guardianes críticos del sentido.

*Investigador – Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –

Fuente de la imagen:https://www.julianmarquina.es/herramientas-para-escribir-textos-con-inteligencia-artificial/