El consumo y la subjetividad: dos herramientas para repudiar la invasión de Rusia

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

Hay una cualidad que está comenzando a ser distintiva en la red: la transformación de cualquier  tema en un insumo para múltiples manifestaciones que sin seguir un modelo discursivo específico, ofrecen una interpretación del acontecimiento. El ejemplo más próximo que podemos citar es la invasión de Rusia a Ucrania: las diferentes plataformas acogieron la causa de la víctima y – según sus reglas y dinámicas comunicacionales – se mostraron interesados. Videos con coreografías especiales en TIK-Tok, carteles en Facebook y cadenas de mensajes en Twitter, son sólo algunas de las expresiones que siguen acompañando los sangrientos sucesos en Europa. Una lectura rápida, moderna y acendrada en la aprensión mediática, nos conduciría a lamentarnos por la liviandad con que se toma la gravedad de una guerra. Y a concluir que, a pesar del despliegue tecnológico de Internet, todo sigue igual: se banaliza cualquier problema para volverlo un contenido que facilite la manipulación de la sociedad. Es un diagnóstico, en algún punto, tranquilizador: quien lo posee está a salvo de advertir las profundas transformaciones culturales, sociales, económicas y políticas que la digitalización está operando desde hace algunas décadas.

Sin embargo, es factible que se proponga otra versión. Es cierto que un enfrentamiento armado es siempre una catástrofe y que sus consecuencias no podrán subsanarse hasta mucho tiempo después de su finalización y por lo tanto, su gravedad oprime la conciencia de quienes no se ven beneficiados. Sin embargo, ¿cuál sería la opción  digna para referirse al conflicto? En Tik Tok un video tipo documental, ¿y quién se detendría a mirarlo? En Facebook se podrían publicar largos documentos acerca de las tensiones diplomáticas entre ambos países durante los últimos treinta años y en Twitter se publicarían las discusiones que los historiadores europeos han mantenido acerca de las pretensiones de expansión de Rusia. Estamos de acuerdo que serían materiales apropiados, que tratarían con fundamento y rigor los asuntos bélicos alejados fervientemente de cualquier desviación que pudiera convertirse en un material proclive a un consumo fugaz en la red. Podríamos acordar que conformaría una estrategia tan adusta como inútil. ¿O acaso tendrían millones de reproducciones, me gusta y  retuits que gozan los mensajes elaborados por los habitantes de la red? Quizás su éxito se explique porque en su creativo ejercicio de distanciamiento la pura racionalidad no procuran ilustrar a sus semejantes, sino integrarse a las multitudes que, desde su lugar y con sus posibilidades, reniegan de la violencia y también de la pasividad. Si las plataformas hubieran omitido la guerra, no faltarían indignados que reclamasen conciencia a los usuarios, llorando largamente el compromiso perdido por el afán infinito de distracción de la comunidad mundial. Pero frente a múltiples manifestaciones, que en muchos casos pueden parecernos inocuos pero no necesariamente lo son;  primero porque los juzgamos desde nuestros esquemas de pensamiento,  y segundo porque si en vez de quedarnos en una o dos acciones, apelamos al conjunto, podremos comprobar que la subjetividad tiene más potencialidad que las plataformas y menos compromisos empresariales, por eso la ecuación consumo igual sujeción necesita ser revisada.