Ariel González “Acá se hace posible lo distinto”

Por Guillermo Cavia –

En la Dirección de Aeronavegación Oficial y Planificación Aeroportuaria hay un edificio que está dentro del predio, pero lindando con calle 610 entre 10 y 11. En ese sitio está: Operaciones Aéreas, Administración, Servicios Generales y el sector dedicado a la parte de Enfermería Médica.

Guillermo Ariel González trabaja en ese lugar, Enfermería Médica, desde hace 10 años. Las personas lo conocen por su segundo nombre, algo que no solo se da en lo laboral, también su familia le dice Ariel, desde siempre, son pocas las personas de su entorno íntimo que lo llaman por el primer nombre, algunas primas o primos lejanos.

La vida de Ariel está en Magdalena que es lugar donde nació y en el que vive actualmente. Los 45 kilómetros que separan su domicilio del Aeródromo de La Plata le dan los escenarios exactos que a él le gustan desde que es un niño, disfrutar los espacios abiertos, la naturaleza, los árboles, el campo. Todo ese tesoro es posible en el sitio en que reside y también lo es en su lugar de trabajo.

Cuando Ariel habla lo hace con palabras que permiten adivinar a una persona muy cultivada, con el albor exacto para expresar sus ideas, donde se denota su conocimiento acerca de su profesión, pero también tiene la calidez y la luz de una ser que demuestra que es bueno, algo que además se vislumbra en su mirada.

Quizás toda esa conjunción se da porque nació en la libertad de un lugar como Magdalena, donde la única restricción posible era regresar a su casa a la hora de la cena. Los límites eran el horizonte posible o cuando subido a su bicicleta andaba hasta el cansancio. El tiempo de la paz y la armonía sabe hacer buenos caminos en las personas.

Para lograr lo que Ariel quería en su vida profesional debió viajar diariamente a la ciudad de La Plata. Luego de haber hecho sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal decidió realizar la carrera de enfermería, que le requirió tener que vivir por algún tiempo en la Capital de la Provincia de Buenos Aires, esa era “una prueba”, según dice Ariel, el principio de lo que quería. Comenzaba su carrera en la medicina.

Mientras estudiaba, recuerda que le llamaba la atención ser el más joven del grupo, porque sus pares eran bastante más grandes que él, que recién tenía 18 años de edad. Estudió y finalizó la meta con los promedios más altos. Luego regresó a Magdalena y en poco tiempo ya estaba trabajando como operario de la empresa Nestlé, pero a la vez como enfermero de la planta. Luego también ingresó al Hospital de Magdalena y además se desempeñó haciendo rehabilitaciones a pacientes, en el marco de la obra social IOMA.

El tiempo pasa inexorablemente, cada día tiene su nuevo amanecer. En ese andar Ariel, que trabajó en su adolescencia, en un bar de Magdalena atravesando las distintas instancias, desde lavar las copas hasta estar en la barra, tenía un norte. Nada es parte del azar. Recuerda unas revistas que había en su casa, donde las ilustraciones mostraban el rojo impecable de las autobombas de los bomberos voluntarios, las acciones de estos en catástrofes, las ambulancias, incluso conmemora un helicóptero sanitario en una de esas fotos, con la cruz roja en cada una de sus puertas. Era el principio del destino, un medio que se gestaba.

Su primer vuelo fue como turista en un viaje a Uruguay, lo recuerda porque los bautismos son para siempre. Pero también tiene grabado a fuego otro vuelo, el primero que realizó como enfermero a cargo de una aeroevacuación: “no se olvida, porque uno está pendiente de todas las condiciones del paciente. Asegurarse que, en los momentos más críticos, de despegue y aterrizaje se pueda prever cada situación presentada, lo mismo que en resto del vuelo, nada debe salir mal”.

Ariel es joven, pero ya hace 10 años que trabaja en la DPAO y PA, ingresó debido a sus excelentes referencias de otros lugares donde desarrolló la actividad, pero también por el promedio con el que se recibió de Enfermero Profesional. Recuerda con mucha gratitud a compañeros de trabajo, como Emanuel Chávez y Claudio Giambelluca.

Un escritorio, una lámpara baja, pero con buena iluminación, marcan el sitio donde Ariel trabaja a la espera de un traslado en avión o en helicóptero. Más atrás hay unas camas, dispuestas para las guardias que se desarrollan las 24 horas los 365 del año, todo asume la limpieza y la excelencia de los lugares relacionados a la salud: “acá se hace posible lo distinto. Esto no es moneda corriente. Es un lugar diferente que tiene un valor agregado. Se puede aprender, como también ofrecer siempre algo de uno mismo” dice Ariel.

Ha hecho muchos traslados en avión y helicóptero, es su tarea cotidiana con la altísima responsabilidad de preparar todos los elementos necesarios para ese vuelo determinado. “Hay una barrera que se genera, porque uno como profesional de la salud no puede romperla, es necesario tener la concentración y la frialdad necesaria a la hora de actuar, de decidir. Sin embargo, siempre recuerdo el traslado de un paciente de 16 años, que fue derivado desde la provincia de Río Negro. Cuando llegamos, el muchacho llevaba su propio suero, ponía toda la energía para salir de la situación muy complicada que estaba atravesando. Uno lo sabe porque al recibir el paciente lee la historia clínica. Allí uno vuela con todo el profesionalismo posible, pero no deja de tener un nudo en la garganta, porque es como estar llevando a una persona amada, una sobrina, un sobrino, la propia familia”, dice Ariel, para agregar que “siempre el trato sensible con el paciente es de vital importancia”.

Ariel González, es un integrante de la DPAO y PA. Es como cada trabajadora y trabajador, una articulación fundamental en la misión que las 24 horas, durante los 365 días del año, realiza aeroevacuaciones y vuelos de traslado de órganos, que posibilitan la esperanza de vida de personas.