
Por Guillermo Cavia –
Siglos con historias de saqueos, muertes y poder en Latinoamérica, con los líderes bajo continuas transmutaciones
Latinoamérica inspira a la humanidad porque su tierra ha estado motivada por innumerables movimientos humanos. Su riqueza la ha transformado y le ha hecho heridas, muchas veces, de muerte.
Los pueblos originarios levantaron enormes ciudades y hasta vastos imperios, estaban fuertemente conectados con la naturaleza, sus creencias religiosas y los rituales. Los líderes originarios en Latinoamérica eran jefes o caciques que tenían la responsabilidad de dirigir a su comunidad, mantenían diversos roles y fueron mutando según la cultura y el periodo histórico al que pertenecían.
Había un orden natural para tales acontecimientos porque en muchos casos, esos líderes eran elegidos por la comunidad. Muchas veces los nuevos líderes eran parte de una misma familia.
Kilómetros más o menos, según en qué parte geográfica quisiéramos situarnos, a solo 10.000 kilómetros de distancia de Latinoamérica, se erguía Europa, con sus propios líderes, principalmente elegidos por el color azul de su sangre, allí destacaba la nobleza: las reinas, reyes, duquesas y duques, princesas y príncipes y demás rangos de un reinado.
Tanto de un lado del gran océano, como del otro, podemos compartir lo que dice Arendt: “Los hombres se organizan políticamente según determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a partir de un caos absoluto de las diferencias. En la medida en que se construyen cuerpos políticos sobre la familia y se los entiende a imagen de ésta, se considera que los parentescos pueden, por un lado, unir a los más diversos y, por otro, permitir que figuras similares a individuos se distingan las unas de las otras. En esta forma de organización, efectivamente, tanto se disuelve la variedad originaria, como se destruye la igualdad esencial de todos los hombres. En ambos casos, la ruina de la política resulta del desarrollo de cuerpos políticos a partir de la familia. Con esto ya se da a entender lo que en la imagen de la Sagrada Familia es simbólico, la opinión de que Dios ha creado no tanto al hombre como a la familia”. Esto nos dice Hannah Arendt en su libro “Qué es la política” de. Editorial Paidós. Buenos Aires. Argentina (Arendt 2018. 5.).
Cuando el gran océano fue cruzado comenzó la era de los colonizadores europeos, la tierra del occidente sintió un impacto significativo en la vida y la cultura de quienes allí se desarrollaban. Luego de haberse establecido por miles de años, fueron atravesados por otra cultura, a sangre y fuego. Comenzó para esta parte del mundo la tremenda pérdida del patrimonio cultural y el detrimento de las riquezas en metales preciosos.
Si este solo fuera un resumen de la historia en Latinoamérica, estaría cerrado desde el punto de vista de los hechos y acontecimientos. Poco ha cambiado desde entonces. Desde la pérdida de la lengua, elemento transcendental en la identidad de los pueblos originarios, porque dejar de hablar el propio idioma y olvidarse del alfabeto ha sido la más atroz de las dominaciones culturales.
“Disolver la variedad originaria, como se destruye la igualdad esencial de todos los hombres. En ambos casos, la ruina de la política resulta del desarrollo de cuerpos políticos a partir de la familia” Se trata de una idea de retroalimentación y a la vez de licuación como de alguna manera ocurrió en el contexto de la colonización. No se refiere Hannah Arendt en su libro “Qué es la política”, a tales acontecimientos de ese atravesamiento cultural destructivo, pero aplica con perfección.
Si trazamos una línea temporal entre ese tiempo y el actual siglo XXI, nada ha cambiado demasiado. El saqueo es un problema en Latinoamérica. Empresas mineras de países como Canadá, Estados Unidos y China extraen grandes cantidades de oro de la región, a menudo a través de la minería a gran escala que tiene un impacto ambiental significativo y por lo general es la causa de problemas sociales, económicos y de medio ambiente en las comunidades locales.
Si nuestras familias tienen oro en sus manos, una alianza, un sello, una joya cualquiera, no nos preguntamos de dónde es el metal. ¿De qué mina salieron esos gramos de oro? Mucho menos pensar en si el hecho es parte de los saqueos, la contaminación o el trabajo genuino en algún yacimiento. Los hechos y las consecuencias de los mismos no suelen estar en la vida cotidiana, pero sin lugar a dudas acontecen. Nos están atravesando como siempre ha acaecido.
Todo sigue sucediendo igual, aunque hemos pasado de los líderes de los pueblos originarios y los virreyes a períodos de independencia. Hace tan solo dos siglos atrás muchos países latinoamericanos lograron su soberanía. A lo largo de esa historia reciente hubo períodos de inestabilidad política, con dictaduras, guerras y conflictos internos.
“No existen modelos exportables que puedan considerarse líderes para la región, ya que cada país tiene sus propias características y enfrenta problemas diferentes. Y, a pesar de lo que sostienen algunos, tampoco puede hablarse de liderazgos para los procesos de inserción en el mundo globalizado, sino de ejes de integración regional parciales”. (Garretón 2006. 104). Expresa al principio de su texto “Modelos y liderazgos en América Latina”, Manuel Antonio Garretón.
¿Qué ha pasado con los líderes de Latinoamérica? Es una pregunta que está impregnada de historia y sucesos que como una tormenta permanente han atravesado todo el continente. Los líderes han ido mutando según los contextos políticos y sociales. Muchos han tenido la capacidad de inspirar y motivar. Pero a la vez no podemos dejar de tener una mirada aguda que a cada uno de ellos les ha costado y aún les cuesta, seguir una visión para trabajar juntos objetivos en común en la región. No han sido capaces de enfrentar y superar los desafíos como la desigualdad, la corrupción, la pobreza y la falta de oportunidades.
¿Acaso las historias de saqueos, de muertes y poder en Latinoamérica han desaparecido? Todo sigue como si se tratase de una civilización que se ha naturalizado a ese tipo de flagelos. Como si los acontecimientos fueran heredados o estuvieran en la genética.
Manuel Antonio Garretón en su libro “Modelos y liderazgos en América Latina” también hace alusión a Chile, donde expresa que el modelo chileno no completó aún la transición de su institucionalidad:
“Y esto es así porque la principal debilidad radica aquí en la dificultad para canalizar y expresar demandas sociales que en sociedades complejas como las actuales, a diferencia de lo que ocurría en otra época, no pasan siempre por la política. El riesgo a largo plazo es que el mismo éxito del modelo impide ver sus defectos y corregirlos, lo que genera una potencial distancia y una tensión entre la sociedad y una clase política que se reproduce gracias a una institucionalidad que, como el sistema electoral, ha sido heredada de la dictadura”. (Garretón. 2006. 109)
En resumen, es importante que los gobiernos y las comunidades trabajen juntos para abordar este problema y encontrar formas sostenibles y equitativas de utilizar los recursos políticos, sociales, culturales para que los errores del pasado no se sigan repitiendo en una cadena que parece interminable.
En el final de este artículo debemos considerar que los líderes tienen la capacidad de influir, siempre podrán activar el pensamiento de otros y estos podrán tomar acciones por esas opiniones o puntos de vista. Al igual que ha ocurrido en todos los contextos. A modo de conclusión invito en la lectura a tomar parte de la letra de una canción del músico Charly García, de Argentina: “Música de fondo para cualquier fiesta animada”. La misma canción tiene dos letras. Primero veamos la que fue censurada.
“Había una vez en la casa de un juez / una fiesta impresionante / vino y caviar, mujeres sin bailar / y marihuana en los cuartos / y un presidente hablando sobre un pueblo en paz / y la manera de pacificar / a las bocas de los que pedían libertad. / Había una vez / una casa con tres / personas en una mesa / un leñador con su hijo / y su mujer blanca y gruesa / sus vidas eran miserables bajo el sol / y el que levantó el brazo con dolor / está muerto, alguien dijo “por error”. / Y en la fiesta la noche pasa amablemente / y hasta el juez se acuesta con el presidente bailan y ríen”.
En esta versión de la década del 70 en Argentina, la lectura de la canción nos habla de un tiempo de sangre, dolor y desparpajo en el país. La letra obviamente fue censurada por el gobierno de facto de Rafael Videla. La siguiente es la que finalmente podemos oír del disco “Pequeñas anécdotas de las instituciones”:
“Había una vez, una casa / Con tres personas en una mesa / Uno en inglés, otro hablaba en francés / Y el otro hablaba en caliente / Cada uno mantenía su conversación / Que giraba en tres temas en cuestión / Amor libre, propiedad y perversión. / Y en la casa la noche pasa amablemente / El señor con el juez, y el juez indiferente / Si alguien se ríe de él. / Había una vez, un país al revés / Y todo era diferente / Todo el dolor, el oro y el sol / Pertenecían a la gente / En esa casa dividieron el pastel / Y no dejaron nada sin comer / La bandeja, se la llevó la sirvienta”.
Bibliografía
Arendt Hannah, Qué es la política, Buenos Aires, Editorial Paidós
Garretón Manuel Antonio, Modelos y liderazgos en América Latina, Caracas, NUSO
Argumedo, Alcira, Los silencios y las voces en América Latina, Buenos Aires, Colihue
García Carlos, Música de fondo para cualquier fiesta animada, En línea https://www.youtube.com/watch?v=etsO9Hnm090
Fotografías: https://pixabay.com/ Tapa IA.