Reflexiones de una lectora: yo amo a Borges

Por Elvira Yorio*

Pensé en titular estas líneas “Borges hacia adentro” porque la ceguera,  dolorosa circunstancia que marcó su vida, alentó esa mirada interior que deslumbra, desnudando ideas y sentimientos como pocos lo han logrado. Por algo él la definió como “una clausura y también como una liberación, una soledad propicia a las invenciones, una llave y un álgebra.” Recreó su propio yo, lo ya visto y también  lo no visto y presentido.  No se quejó de su  destino, lo describió sin dramatismo en el “ Poema de los dones”:  “Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría/ de Dios, que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche.”  Vuelve sobre el tema en “Elogio de la sombra” : “La vejez( tal es el nombre que los otros le dan)/ puede ser el tiempo de nuestra dicha./ El animal ha muerto o casi muerto./  Quedan el hombre y su alma.” …”Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;/ el tiempo ha sido mi Demócrito./ Esta penumbra es lenta y no duele;/ fluye por un manso declive/ y se parece a la eternidad.”  En otro magnífico poema “El ciego” dice: “Lo han despojado del diverso mundo/ de los rostros, que son lo que eran antes…De los libros le queda lo que deja/ la memoria, esa forma del olvido,/ que retiene el formato, no el sentido,/ y que los meros títulos refleja.”  Sí, es evidente que sufrió la noche que le fue impuesta pero,  en compensación, tuvo muchos sueños luminosos. Lo onírico recorre en forma tácita o explícita toda su obra pues tal vez comprendió que soñar es el único lujo del que no debemos prescindir.

De allí que  otro título que se me ocurrió fuera “ Borges ¿Soñar la vida o vivir soñando?”  porque pocos como él han penetrado en ese mundo  desconocido y a la vez tan propio de cada cual. Efectuó un mágico trueque entre la vigilia y el sueño considerándolos aspectos de un mismo fenómeno. Alguna vez dijo que “dormir es distraerse del mundo” o quizás  una forma de evadirse de la realidad. En el Aleph  expresa: “Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real.” De algún modo reafirma este concepto en “Emma Zunz” :  “Un atributo de lo infernal es la irrealidad, un atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez.”  En  el cuento “La espera” es  donde con mayor nitidez puede percibirse el juego sueño-realidad, que también se advierte en ese imaginario diálogo entre Rosas y Quiroga (Diálogo de muertos) y en muchos otros escritos. Hasta  llegó a afirmar que la literatura no es otra cosa que un sueño dirigido.

Otro título que imaginé fue “ Del Borges romántico al Borges intelectual” nominación que pronto rechacé pues nunca dejó su romanticismo y siempre fue un cultivador del intelecto en su más elevada expresión. Aclaro, cuando digo romántico  no me refiero a la corriente literaria de ese nombre en la que destacaran  tantos otros poetas, sino a la acepción vulgar del término, como definitorio del que exalta los sentimientos y los valores espirituales, del que canta al amor. El mismo afirmó que descreía de las escuelas literarias, aunque  obligado a adscribirse a alguna   declaró que sus versos procedían del modernismo. Ya en su primer libro “Fervor de Buenos Aires”  pueden encontrarse acabadas muestras de esa especial sensibilidad. El   poema “Ausencia” me sigue encantando cada vez que lo leo. “Desde que te alejaste,/ cuántos lugares se han tornado vanos y sin sentido,/ … Tu ausencia me rodea/ como la cuerda a la garganta/ el mar al que se hunde.” Claro, se dirá que esa cualidad es propia  de un muchacho de veinticuatro años, pero lo cierto es que se mantuvo intacta a lo largo de su vida. En 1972 aún hablaba del amor que esperaba y no pedía ( “On the blindness”). En “Luna de Enfrente” hay posiblemente composiciones   más valiosas desde el punto de vista literario que el poema que voy a señalar , pero   “Amorosa anticipación” que describe  la escena de un hombre contemplando a una mujer dormida entre sus brazos después de la  entrega,  constituye una maravillosa síntesis del estilo de poema amoroso en su mejor expresión: “Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta/ ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,/ ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios/ serán favor tan misterioso/ como mirar tu sueño implicado/ en la vigilia de mis brazos./ Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño./…” Pero sin duda los poemas   de amor que más me conmovieron  fueron “Two English Poems” escritos hacia 1934. “El inútil amanecer me encuentra en una esquina desierta. He sobrevivido a la noche./ Las noches son orgullosas olas: oscuras y pesadas olas cargadas con matices de profundo desgaste, cargadas con cosas improbables y ansiadas./ Las noches tienen la costumbre de misteriosos regalos y  rechazos, de cosas repartidas parcialmente, retenidas parcialmente, de alegrías enmarcadas en un oscuro hemisferio. Las noches actúan así, yo lo digo./ La marejada, esa noche, me dejó los habituales jirones y peculiares finales: algunos odiados amigos para conversar, música para soñar y el humo de amargas cenizas. Cosas a las que mi hambriento corazón no estaba acostumbrado./ La gran ola te trajo./ Palabras, cualquier palabra, tu risa y  tú, tan laxa e incesantemente hermosa. Hablamos y tú habías olvidado las palabras./ El frustrado amanecer, me encuentra en una desierta calle de la ciudad/ Tu perfil giró, los sonidos formaron tu nombre, la melodía de tu risa: son estos ilustres juguetes que me dejaste. Los reviso en el amanecer, los pierdo, los encuentro. Les cuento a los pocos perros perdidos y a las pocas  perdidas  estrellas del amanecer./ Debo llegar a ti de alguna forma. Debo guardar los ilustres juguetes que me dejaste; yo quiero tu escondida mirada, tu verdadera sonrisa, esa solitaria, burlona sonrisa que tu fresco espejo conoce.”

El otro poema no le va a la zaga en la belleza de las descripciones y en la profundidad de su contenido. Transcribo sólo algunos versos: “Con qué puedo conformarte?/ …Te ofrezco la amargura de un hombre quien ha mirado eternidades a la luna solitaria./ … Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal./ Te ofrezco el interior de mí mismo que he salvado, de alguna manera- el último-  corazón que no comercia con las palabras, ni trafica con los sueños y que el tiempo no toca con alegrías ni con adversidades.”/ …Te ofrezco explicaciones sobre ti misma, teorías con respecto a ti, auténticas y sorprendentes nuevas sobre ti./ Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el ansia de mi corazón, estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro, con derrota.”  Cualquier cosa que pretendiera agregar a la extrema hermosura  de estas imágenes, sería superflua. No puedo dejar de mencionar otro poema de amor bellísimo “El amenazado”, ese que dice “…Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo./ y termina: “Me duele una mujer en todo el cuerpo.” ¡Cuántas resonancias de Whitman hay en sus poemas! ( Aunque haya sido Carriego quien le reveló la poesía). Lo extraño-como el mismo Borges lo señala- es que el amor,  tantas veces aludido en sus versos, sólo aparece en prosa en un cuento del año 1975 “Ulrica”. Es como si el escritor hubiese reservado  ese sentimiento a la musicalidad de los versos.

“La búsqueda de Dios en Borges” fue otro título pensado. A través de su vasta obra , se ve una y otra vez un enorme empeño en llegar a ese “absoluto” que nombra de diversas formas. Cuando le preguntaban  si tenía convicciones religiosas, acostumbraba a decir: soy un librepensador. Aunque alguna vez agregó  que, más allá de su falta  de fe, consideraba a  Cristo como la figura más vívida en la memoria humana. También se le oyó mencionar su agnosticismo… O hacer uso de su proverbial ironía : “He venerado la gradual invención de Dios; también el Infierno y  el Cielo ( una remuneración inmortal, un castigo inmortal) son admirables y curiosos designios de la imaginación de los hombres”. Este aserto pertenece a “Discusión” , donde  también  expresa  ¿Cuáles son las minucias para Dios?  Cabe preguntar ¿El dolor físico, los destinos individuales, la ética?  Y concluye: Es verosímil que así sea.  Si  alguien se tomara el trabajo de verificar en cuántos de sus poemas u otros escritos  Borges menciona a Dios,  se asombraría al comprobar que lo hace en un alto porcentaje, demasiado alto, diría, para alguien descreído. Hay una suerte de reconocimiento a pesar de su falta de convicción:“El porvenir es inevitable, preciso, pero puede no acontecer. Dios acecha en los intervalos.” Criticó a los detractores de Lugones que reprochaban la conversión  de éste desde el ateísmo   al cristianismo, exclamando: “¡Como  si ambas no fueran evidencias de una misma pasión!” El tema de Cristo, en Borges surge una y otra vez. En el poema “Lucas XXIII”  ilustra a Cristo desde la perspectiva de uno de los dos delincuentes crucificados con él.: “ En su tarea última de morir crucificado, oyó, entre los escarnios de la gente/ que el que estaba muriéndose a su lado/ era Dios y le dijo ciegamente: / Acuérdate de mí cuando  vinieres/ a tu reino, y la voz inconcebible/ que un día juzgará a todos los seres/ le prometió desde la Cruz terrible/ el paraíso. Nada más dijeron/ hasta que vino el fin…” En Juan I,14  humaniza a Cristo cuando   pone en su boca: “ Yo quise jugar con mis hijos…” Su poema “Cristo en la cruz”  escrito ya  en las postrimerías de su vida  ha sido considerado como una poesía cumbre de la lengua española.  La escena  es despojada, minimalista diría yo, en la que se percibe el cuidado que ha tenido el autor de no caer en  la exagerada o poco auténtica representación que suele asignársele. Jesús es el hijo de Dios, pero también es un hombre que sufre como tal: “Sabe que no es un dios y que es un hombre que muere con el día. No le importa./ Le importa el duro hierro de los clavos.” El poema todo es un modelo de sobriedad y sin embargo  consigue emocionar. Es una expresión desconsolada de vacío, que quiere mostrar la inutilidad del sacrificio. En la frase “… No lo veo/ y seguiré buscándolo hasta el día/  último de mis pasos por la tierra” , el autor admite una vez más su anhelo  de trascendencia, aunque finaliza con un desesperanzado interrogante ¿De qué puede servirme que aquél hombre/  haya sufrido, si yo sufro ahora?

Cuántos títulos, o mejor dicho, cuántos temas de análisis  sugiere la obra de Borges. Por ejemplo la violencia o la muerte. Cuesta pensar que el hombre mesurado en el hablar, tímido, con esa voz sin matices que costaba oír, sea el autor de innumerables relatos en los cuales la violencia es la protagonista principal. Cuyos  personajes se encuentran una y otra vez en la situación dilemática de matar o morir. Entregados a esa disyuntiva con el fatalismo de quien tiene la certeza de cumplir con su destino. Ese fatalismo que puede llegar a convencer de que- a veces- el futuro es tan irrevocable como el pasado. Más de una vez afirmó que no creía en el libre albedrío, aunque lo considerara una imprescindible ilusión.

En el prólogo de la “Historia Universal de la Infamia” habla de los escritos que componen el libro y como si ofreciera una excusa, explica que son el irresponsable juego  de un tímido que no se animó a escribir cuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar ajenas historias. De estos ambiguos ejercicios, pasó a componer “Hombre de la esquina rosada”, su primer cuento. Acaso el más conocido, pero lejos de ser el mejor. Después vendría “El jardín de los senderos que se bifurcan” una apasionante  narración  de un crimen premeditado, extraordinario relato de género policial, como él mismo lo califica, o como lo describe uno de los protagonistas: una enorme adivinanza cuyo tema es el tiempo, ese tiempo que se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros. “La muerte y la brújula” y tantos otros, hasta llegar a   “El  Aleph”. En este libro se destacan, además  del magnífico relato  que le da nombre, “El muerto”, “Emma Zunz”, “El zahir”, “La espera”, todos,  excepto “Emma Zunz” pertenecen al género fantástico. Años más tarde vería la luz  ese libro formidable que es “El informe de Brodie”, compuesto-como el  mismo Borges lo dice en el prólogo-de cuentos directos,  en la ocasión casi todos realistas, escritos con el propósito de distraer, conmover, pero no persuadir. Sobrecogedor en su aparente simplicidad es  “El evangelio según  Marcos”   y “La intrusa” en el que se entremezclan pasiones y lealtades y desde luego  “El informe…” que  transporta a quien lo lee a un fantástico mundo que ya visitáramos con Gulliver. Fantásticos o realistas, en sus cuentos subyuga su pareja maestría para usar las variantes formales o psicológicas.

Borges  sostuvo que si pensamos la muerte como parte del tiempo, es una venalidad  y aunque nunca dejó de ser para él un interrogante filosófico, la muerte gravitó en su obra como el atributo de alguien, un muerto. Llámese Quiroga, Isidoro Acevedo, Francisco López Merino, Francisco Borges, o Francisco Laprida amén de muchos personajes de sus cuentos. Quizás  se debiera aceptar como explicación a esta recurrencia  la que da en el prólogo de “Discusión”: “Vida y muerte han faltado en mi vida. De esa indigencia, mi laborioso amor por estas minucias.” Al igual que todo  poeta alguna que otra vez pensó en el suicidio. Como su admirado Lugones creía que “Dueño de su vida, el hombre lo es también de su muerte.” Y pensaba  que no había nada después de la muerte, ni salvación ni condena. Refiriéndose  a Lugones  dijo: Acaso cabe”imaginar la historia de un hombre que, sin saberlo, se negó a la pasión y laboriosamente erigió altos e ilustres edificios verbales hasta que el frío y la soledad lo alcanzaron. Entonces, aquel hombre, señor de todas las palabras y de todas las pompas de la palabra, sintió en la entraña que la realidad no es verbal y puede ser incomunicable  y  atroz, y fue callado y solo a buscar, en el crepúsculo de una isla, la muerte.”        

Para terminar, quizás no hubiese hecho falta aclarar  que no  soy literata ni mucho menos. Ya se habrán dado cuenta los lectores ante esta muestra de desordenadas reflexiones. Solo soy  lectora de Borges, y desde ese  reducido espacio me siento legitimada para transmitir   a otros la particular impronta que me ha dejado su obra… Porque en definitiva somos los lectores los destinatarios naturales de su herencia literaria.

Leer a Borges ha sido para mi emprender una aventura. Un viaje imprevisible a su interioridad y a la propia. Ingresar en el universo onírico donde todo es posible. Jugar constantemente con la imaginación, desafiando la realidad. Comprender que las entidades tiempo y espacio, se pueden mensurar de otro modo. Que los laberintos serían metáforas de la vida o del pensamiento, como el mágico alambique que va decantando nuestras experiencias. Que los espejos  no son los espejos, sino las múltiples  formas en las que podemos vernos reflejados. Admitir que- de alguna manera- nos rigen los ignotos manes familiares. Paralelamente, aceptar que también hay un Dios único, evidente y oculto a la vez, al que pensamos de mil formas distintas pero que  jamás sabremos cómo él nos piensa. Advertir que la vida es espera y además búsqueda. Que las pasiones más bajas y los sentimientos más nobles existieron desde el comienzo de los tiempos y seguirán influyendo siempre en las relaciones humanas. Confirmar que el tiempo es moneda corriente que no podemos retener y que fatal, repite siempre los mismos hechos. Que el futuro es sólo una conjetura y  asimismo  puede serlo el pasado, tan poco es lo que sabemos. Aprender a sobrevivir nuestras decepciones y como dice  Borges, guardar en la memoria palabras de Virgilio o de Jesús (o las suyas), para iluminar nuestros días. Mucho más se podría decir de Borges, sin mencionar siquiera dónde nació, cuándo murió o cómo vivió.                                                    

*Publicado en la Revista Reflejos editada por la Asociación de Abogados Jubilados.                

Fotografía: Archivo web.