Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –
La historia de la red podría sintetizarse como el espacio que surgió bajo las reglas discursivas del texto escrito (Web 1.0 y 2.0 aunque ésta en menor medida) y que en poco tiempo se convirtió en el escenario de las interacciones veloces y de las imágenes (Web 3.0), y la última (Web 4.0) de las emociones, el entretenimiento y la fugacidad. No hay dudas que la diferenciación propuesta podría ser muy diferente, ya que sólo la primera versión tuvo elementos muy diferentes a las que le sucedieron. Sin embargo, es plausible advertir que ha experimentado mutaciones importantes. Acaso su breve, pero sustancioso derrotero mucho se asemeje a la prensa. Basta revisar los periódicos del siglo XIX para comprobar que el predominio de la palabra impresa ha llegado a su fin, pero no sólo en el periodismo.
La íntima relación que supieron tener la pantalla de una computadora con una hoja escrita a máquina no sólo cimentaba una forma de utilización del dispositivo – sirve como una máquina de escribir, pero podés borrar y almacenar miles de archivos, era una forma recurrente de explicar sus virtudes a quienes estaban alejados del campo de la informática – sino también daba cuenta de la centralidad de ese lenguaje para el trabajo cotidiano. Sin embargo, actualmente, un celular tiene mayor poder de representación respecto de la significación social de la tecnología. Y, como todos sabemos, ese dispositivo brinda mayor facilidad para capturar imágenes, sonidos y para crear videos que para leer y escribir textos. Al respecto, el historiador estadounidense Walter Ong propone catalogar como una instancia postipográfica la que se deriva de las consecuencias comunicacionales del contacto con los medios electrónicos. Sostiene que éstos “nos conducen a la oralidad secundaria (…) que posee asombrosas similitudes con la antigua oralidad en cuanto a su mística de participación, su insistencia en un sentido comunitario, su concentración en el momento presente”. La red parece que no ha suscitado tantas innovaciones culturales, sino más bien, está siendo capaz de aglutinar hondas apropiaciones de diversas prácticas sometidas a una fuerte y veloz resignificación.
Guadalupe López y Clara Ciuffoli, en su libro “Facebook es el mensaje”, brindan una referencia desafiante para conceptualizar el impacto de la red en las formas que adopta el lenguaje y las relaciones sociales en su interior: “la hipótesis que abrió el equipo de Lars Ole Sauerberg acerca del paréntesis de Gutemberg. Los investigadores daneses sostienen que Internet viene a cerrar un paréntesis de cultura impresa que se abrió hace 500 años con la imprenta. Los medios audiovisuales primero, e Internet ahora, están clausurando una etapa de la historia de las formas de comunicación, y en adelante cada vez encontraremos audiencias con nuevas oralidades, en una sociedad hiperconectada”.
Los dispositivos han impactado tanto en el lenguaje, que sin ellos se vuelve complejo intervenir en la comunicación. Son el soporte y a la vez el marco de referencia interpretativo. Acaso estemos involucrados en una nueva forma de oralidad audiovisual, digitalmente producida y socialmente valorada.