La OMS advirtió que la pandemia “será muy larga”: la necesidad de dotar de sentido al mientras tanto

Por R. Claudio Gómez

Todo parece estar estático, pero es una falsa sensación: el mundo se mueve. Ayer, sábado primero de agosto, con espléndida tarde de sol, las plazas del casco urbano se llenaron de padres y de chicos. También de jóvenes. La austeridad en las salidas es disciplina en detrimento. Industrias y comercios, de a poco y con recaudos van abriendo sus puertas. Y aunque las escuelas, todavía en vacaciones, permanezcan cerradas, el medio término del ciclo lectivo, desayunó a los impávidos de las profundas “diferencias” que cohabitan las aulas virtuales y reales; la educación salvó la ropa gracias al esfuerzo de los docentes y el compromiso de padres y estudiantes.

Pero mientras los padres agradecían al cielo la virtud calórica del febo, otro cantar azuzaba su trino en la necesidad de no retroceder en el cuidado sanitario. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió ayer que la pandemia del coronavirus “será muy larga”. Entonces, a pesar de estos estertores de apertura controlada, la solución parece peregrina y lenta; volver a la normalidad, un anhelo más que una posibilidad a corto plazo.

Es que más allá de acuerdos y desacuerdos con la estrategia sanitaria (a gusto de este modesto periodista está demasiado cargada de intereses políticos), la situación empieza a ser, ahora ciertamente sí, sin dudas, angustiante. Es que bajo la superficie las cosas se mueven, incluso con rasgos de culpógena actitud, para bien y para mal, pero desorganizadamente, en ausencia de decisiones que hagan más que esperar la vacuna celestial y encaminen las actividades pensando, precisamente, en cómo navegar el crucero con todos los pasajeros adentro.

Las previsiones sanitarias, con módicas variaciones no exentas de fallidos pronósticos, no han variado casi nada desde el 20 de marzo, fecha en que se inició la cuarentena. Los apoyos económicos del Estado llegan, humildes y a veces con retraso, pero llegan. La actividad política y sus adversarios mediáticos están bien vivos y vigentes sobre todo para asuntos de su sola incumbencia. Los médicos y el personal de salud trabajan a destajo.

Lo extraordinario de la cuestión es que no se avizora ningún tipo de cambio para el segundo segmento del año. “Quedate en casa”, ya suena a “Entretenete porque afuera está jodido”, pero no se avizora una planificación seria que desplace la incertidumbre por una planificación social que sostenga a la ciudadanía con un objetivo estimulante en el mientras tanto.

En las pantallas proliferan las series y películas acerca de virus que acechan a la humanidad o, en el peor de los casos, que solo dejan parados en el planeta a unos pocos sobrevivientes. Entonces, por un lado el problema se resuelve rápido de la mano de un suero salvador o, por el otro, los afortunados vivos-después-del-desastre buscan dotar de sentido a sus existencias. El sol aparece en esos escenarios como producto del amanecer de un nuevo tiempo y hacia él marchan las mujeres y los hombres de la ficción portando por ropa solo remiendos.

Si es real que será imposible retornar a la normalidad que conocimos, será importante que la impronta de recuperación sea social y no el producto de decisiones individuales, que se asemejan a la acción de las hormigas cuando les pisan el hormiguero: salen a salvar su pellejo y chocan unas contra otras en una carrera sin sincronía y a puro instinto. No hay caminante más desesperado que aquel que se aburre en el viaje, máxime cuando su destino parece tan incierto como el espacio o el tiempo.