Elvira Yorio: “En la semana de mayo reflexiones de una ciudadana”

Por Elvira Yorio –

Se emplea una suerte de sinonimia entre el término “presidente” y la expresión “primer mandatario”. Es correcto ese uso, pero la mayoría de los ciudadanos ignora su verdadero alcance o le asigna una proyección que no tiene.

Cuando hace décadas dictaba clases de Derecho en la Universidad Nacional de La Plata, preguntaba a mis alumnos de primer año sobre el significado que ellos le atribuían. Invariablemente lo asociaban a la noción de poder sobre los demás: la máxima concentración del poder en la persona del presidente. Se sorprendían al enterarse de que “mandatario” no es el que “manda”, sino  por el contrario, quien obedece un mandato y está obligado a cumplirlo. Es la persona que recibe y asume la confianza de otra, para representarla y actuar en defensa de sus derechos. Está claro entonces que los ciudadanos elegimos a quienes nos representan para dirigir e implementar cursos de acción encaminados a satisfacer interese colectivos, o lo que con acierto se denomina el bien común, el interés público.

A través del tiempo, el contenido de ese concepto se ha ido desnaturalizando, al compás del deterioro que también se ha producido en el funcionamiento de las instituciones fundantes del moderno estado de derecho. La transformación de una monarquía en una república, marcó una evolución, pues se pasó del poder omnímodo concentrado en un solo órgano, al ejercicio compartido en razón de la división  tripartita  del poder.  De ese modo se determinó no solo una distribución más racional de las diversas funciones, sino también se posibilitó  un control mutuo, un sistema de contrapesos esencial que define a  un régimen democrático eficaz. Lamentablemente el equilibrio que ese sistema pretende asegurar, se desdibujó notoriamente en las últimas décadas. 

Estas simples ideas sobre la extensión y límites del poder, tienen la pretensión de motivar en otros la reflexión sobre temas que nos conciernen directamente  a todos. Concluyo con una cita del pensamiento de Mariano Moreno, tan vigente hoy como en 1810: “…que el funcionario tema la censura pública; que el magistrado será inexorable en sostener los derechos de la justicia; el gobernante infatigable en promover el bien de su pueblo; el ciudadano siempre dispuesto a sacrificar sus bienes por la patria; que conozcan todos que los empleos no honran sino al que se honra a sí mismo con sus virtudes; que un hombre desconocido pero con virtudes y talentos, no sea jamás postergado por otro en quien el lustre de su casa no sirve sino para hacer más chocante la deformidad de sus vicios; que se promueva a toda costa el honor y la ilustración de la milicia; el respeto del clero; seguridad del artesano, los privilegios del labrador, la libertad del comerciante…”

Que esto se haga  realidad en nuestra patria, para bien de todos los argentinos.      

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