¿Opinar es una forma de consumo?

Profesor Dr. Luis Sujatovich – Universidad Siglo 21 – UDE –

El consumo es un modo particular de emitir una opinión,  pero opinar ¿no es una forma de consumo? Hemos escuchado en muchas oportunidades que la compra de un producto supone una adhesión a ciertos valores, hay quienes incluso sostienen que utilizar una marca constituye un modo de establecer un lazo de representación con aquello que quiere significar. Acaso el ejemplo de Apple sea el más evidente: sus publicidades están elaboradas con una retórica  que apela a distinciones y emblemas que no guarda relación  alguna con los equipos informáticos. Quienes los compran lo hacen con orgullo, aunque sean muy caros. O quizás, sea sólo por eso. La ostentación es el modo más grosero (y frecuente) de distinción.

Las opiniones también permiten realizar un ejercicio semejante. El afán por estar al tanto de las novedades ¿no exige consumir noticias? La diferencia entre estar informado y  ser un asiduo visitante de las plataformas, parece estar perdiendo fuerza. Si una persona sabe mucho acerca de computadoras o zapatos, se le endilgará la denominación de “compradora” o “consumista”, pero si conoce en detalle las últimas portadas y es capaz de entablar una conversación sobre cualquier tema actual, ¿debe ser denominado de un modo distinto? Muchos dirán que sí, pues no es lo mismo comprar zapatos que leer noticias, ligados de forma indisoluble a la modernidad, la ilustración (y en cierta medida, al positivismo). Pero si la acumulación de objetos textuales que se agotan en un día, no permite desarrollar ninguna actividad en consecuencia ni estimula un pensamiento que pueda volverse crítico o al menos, que pueda establecer una distancia entre hechos y opiniones, resulta igual que acaparar celulares, remeras o zapatillas.

Cuando se solicita una opinión, ¿no se espera que los sujetos posean los datos indispensables para dar su parecer? Si nadie está al tanto de nada, ¿qué estudio podrían realizar? Además, así como el consumo tiene en su fundamento la fugacidad (¿conocen alguna manufactura que tenga la aspiración de durar muchos años?), la opinión también. Y no se trata sólo de la recordación sobre un hecho o de la última publicidad vista en una red social, las opiniones no deberían tomarse como un indiscutible acto social e ideológico, un forma de compromiso con un ideal o el intento de la conformación de una trayectoria coherente, porque también se elaboran con el mismo material que el consumo, dado que conforman un modo de realización, que podría considerarse más sofisticado pero que guarda plena relación con los demás. La expresión de  una opinión sobre un producto, un servicio o una campaña política tienen el  mismo origen: una interpretación parcial, subjetiva y volátil de una experiencia, idea o sensación. La crítica de cine, los comentaristas deportivos y las páginas dedicadas a un partido político tienen la misma pretensión: suscitar nuestro beneplácito hasta convencernos. El marketing político mucho conoce al respecto.

No hay que tenerle repulsión al consumo ni a la circulación de las opiniones, basta con reconocer que tienen tanto en común, que diferenciarlos es sólo un gesto intelectual.