Desde su creación, y a pesar de sus fracturas, los días se sucedieron uno tras otro en perfecta quietud. Fue amada, fue odiada, fue famosa, y ni las guerras ni los siglos pudieron con su pálida belleza. Hoy, fundada sobre el mármol continúa observando al mundo como la contempla, como entre los espectadores susurran luctuosos devenires, pero sin dirigirle la palabra. Ella es feliz en Thipesia, la ciudad de los amantes afiebrados.
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