Dr. Luis Sujatovich – UDE – Universidad Siglo 21 –
La tecnología digital contemporánea no está diseñada para los adultos mayores, porque no conforman el público consumidor que les interesa a las empresas. Es un ejemplo notable de discriminación permanente y sin embargo los únicos comentarios que se formulan vuelcan la responsabilidad en las personas, son ellos quienes no están en condiciones. La inteligencia artificial padece falta de empatía. Motivo suficiente para comprender que detrás de los algoritmos hay más afán empresarial que objetivos científicos.
La instalación de un televisor conlleva tantas dificultades que, si el comprador no posee competencias digitales, será imposible que pueda aprovecharlo. Conectarlo a la red, ligarlo a una cuenta de correo y luego seleccionar las opciones que nos agradan constituye una labor que requiere mucho tiempo, conocimientos y otros dispositivos preparados como soporte técnico. ¿Un adulto mayor puede disponer de los elementos y conocimientos necesarios? Es muy probable que tenga un celular y también una cuenta de correo, ¿pero podrá realizar los procedimientos necesarios, en tiempo y forma, para avanzar en la customización?
Estas interrogaciones podrían considerarse como un prejuicio y una minimización de las posibilidades de intervención del grupo etario. No hay dudas de que existirán muchos que podrán lidiar con las configuraciones de manera eficiente, aunque deberíamos evaluarlos como excepciones. Quienes logran doblegar esas dificultades son como los sobrevivientes de un gran accidente, no reflejan la situación sino una dimensión fortuita.
Comprender el uso de las funciones más importantes de una aplicación, ya sea en el celular o en la computadora, representa el mismo desafío. No deja de sorprender que frente a esta problemática la brecha digital se continúe conceptualizando de acuerdo al uso y acceso de sectores sociales postergados y no incluya a la tercera edad. Parece que ni siquiera quienes pueden comprar equipos concitan la atención, quizás porque representan un consumo marginal o porque establecen un vínculo con la red que carece de la intensidad necesaria (tanto en relación a l tiempo como a la cantidad de conexiones). No podemos saber si se trata de una actitud de nuestros mayores o es apenas la módica estrategia que les queda como oportunidad: se conectan poco porque no logran encontrar placer, acaso intuyendo que nadie los quiere allí.
El obstinado afán que ostentan las plataformas por las nuevas generaciones debería considerarse ofensivo. A nadie le preocupa que no puedan acomodarse a la transformación permanente de cada interfaz, de la expansión del vocabulario y del surgimiento de sitios que ni siquiera tienen la delicadeza de presentarse para todos los públicos: Discord y Twitch, son, probablemente, los ejemplos más notorios. También algunas plataformas del Estado nacional ofrecen dificultades similares, basta con intentar hacer una gestión en PAMI, en IOMA o en mi Argentina.
El silencioso maltrato que se les infringe es una afrenta. La ciudadanía digital es un derecho y es una obligación que colaboremos entre todos para hacerlo cumplir.
Fotografía: https://www.pexels.com/