Dr. Luis Sujatovich – UDE – UNQ –
¿Qué queremos provocar con nuestras fotos de perfil? Una respuesta sencilla indicaría que se pretende destacar las virtudes físicas, sociales, económicas o culturales que poseemos a la vez que tratamos de evitar que nuestras carencias sean evidentes.
Goffman en “La presentación de la persona en la vida cotidiana sostiene que “cuando un individuo llega a presencia de otros, estos tratan por lo común de adquirir información acerca de él (…) su concepto de sí mismo, la actitud que tiene hacia ellos, su competencia, su integridad, etc.”. La hipótesis abona el criterio utilizado: la imagen busca crear un sentido positivo en los demás, y para que ello se logre no basta con que la imagen elegida cumpla con ciertos criterios sino también que exista un acuerdo en torno a cómo se deben interpretar.
La foto carnet, que durante décadas fue el género más utilizado en la clubes e instituciones civiles no fue sino la derivación de su aplicación policial. Para organizar mejor los legajos de los apresados, se incluía una imagen del rostro. Luego, se acrecentó su uso hasta volverse el modelo dominante de la foto personal. Sin embargo, es posible detectar algo de su origen en el acuerdo tácito de la postura seria y firme que debía adoptarse. Una foto carnet sonriente o con cierta inclinación era rechazada, sin otro motivo que la tradición que la había consolidado en un modo específico y dominante. Sólo cabía un gesto allí.
Las fotos escolares también conforman un repertorio similar. Los equipos de fútbol, los soldados, los planteles de las fábricas, también se adhirieron a un modelo arquetípico de organización discursiva-visual de un grupo ante la cámara. El orden, en ambos ejemplos, primaba. En uno se insinuaba desde la seriedad, en el otro a partir de la simetría.
Quizás considerando la estrecha relación que posee el lenguaje semiótico y las pautas culturales que confieren sentido a una época, es posible afirmar que las fotos de perfil en las plataformas y redes sociales dicen más de la cultura contemporánea que de los sujetos y de su identidad. Y la interpretación no sólo es posible si miramos el listado de cualquier usuario, también es válido en la unidad. Esto no significa que no se tengan en cuenta los detalles que – bajo ejercicios de vana originalidad – pretenden afanosamente reclamar atención especial, pero aún los intentos por destacar están inmersos en un contexto de sentidos, valores y estéticas que condicionan el horizonte expresivo.
La variedad de objetos, actitudes, frases, colores y recursos que se aprovechan para confeccionar una apariencia propia en la red nos remite a la yuxtaposición de signos, la mixtura de estilos y la desobediencia a los grandes relatos, es decir a las bases más fuertes de la posmodernidad. Aunque las opciones son múltiples, elegimos – tal vez inconscientemente – aquellas que mejor se ajustan a las enunciaciones consagradas. Ni siquiera las fotos de perfil pueden desatender las expectativas que atraviesan nuestra subjetividad. Participamos tanto de la cultura contemporánea, que nada debería resultarnos ajeno.