
En el París de 1832, Renée Bellerose, nacida en una familia humilde, cargaba con un destino inusual: una extraña protuberancia en su frente que se transformó en algo extraordinario. Su madre, avergonzada, ocultó su condición con vendajes, pero los rumores en el pueblo la marcaron como una “maldición”.
A los veinte años, Renée huyó a París, encontrando refugio en circos de fenómenos. Allí, el Dr. Moreau, un anatomista obsesionado con las mutaciones, la convenció de que su condición era un “milagro”. En su laboratorio, Renée descubrió que Moreau experimentaba con otras “anomalías” y que su interés científico ocultaba una oscura intención.
La élite parisina, intrigada, visitaba en secreto el laboratorio para ver a Renée, alimentando rumores sobre su origen demoníaco o ancestral. Sin embargo, una noche, el laboratorio se incendió, revelando los cuerpos calcinados de los otros experimentos, pero no el de Renée.
Se rumoreó que Renée vagaba por París o huyó a América, terminando en un museo de rarezas. Siglos después, su imagen de cera apareció en una exposición médica, dejando su historia en el misterio. ¿Era una anomalía o un vestigio de un linaje oculto?
La leyenda dice que su mirada guarda un secreto olvidado, uno que el mundo aún no está preparado para conocer.