La cultura digital no existe

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UDE – Universidad Siglo 21 –

La cultura digital no existe, porque toda categorización, señalamiento o distinción supone un esfuerzo que se advierte ineficiente y falso: ¿cuáles son las actividades que no han sido atravesadas por la digitalización? Nadie está exento de las trasformaciones que estamos protagonizando junto  a la tecnología, ni siquiera quienes no tienen acceso, dado que cualquier trámite, compra o gestión (incluso con el Estado nacional) tiene alguna vinculación con la red. Si así no fuera, eliminar la brecha digital no se asumiría como un desafío urgente, sino simplemente como el anhelo por incorporar nuevos sujetos al mercado de consumo.

Si la conectividad es un derecho, entonces no puede sostenerse que se trata sólo de la necesidad simbólica de pertenecer a un grupo determinado y de ser reconocido como tal. Nadie quiere conectividad para sentirse parte de la “cultura digital”, sino más bien para acceder al ámbito en el que la sociedad dirime su presente y su futuro. Si nos quedáramos en el concepto cultura, estaríamos nivelando esta situación con cualquier otro tipo de cultura, por ejemplo la cultura rock. Y Si así fuera, sería justo que se solicitara a los fabricantes de guitarras eléctricas que bajen el precio de sus productos para no excluir a nadie. Resulta absurdo, por supuesto. Por eso no alcanza con una denominación que para obtener una definición recorta con absoluta discrecionalidad y busca poner una frontera donde nadie más la encuentra. Las múltiples explicaciones que podemos hallar en la red sobre nuestro presente abundan en detalles tecnológicos, pero tropiezan en reiteradas imprecisiones conceptuales: tratan de explicar la modernidad revelando el funcionamiento de electricidad y de las jornadas laborales en las fábricas. Necesario pero no suficiente. 

Los dispositivos, las plataformas y los nuevos lenguajes constituyen referentes fundamentales para comprender el contexto digital que habitamos, sin embargo resulta indispensable considerar que nuestras intervenciones cotidianas han ido moldeando una subjetividad que ya maduró y que se ha podido emancipar de las pantallas y ejerce su poder en otros ámbitos. ¿Alguien se animaría a dar un discurso de dos horas? Y sabemos que no lo haría porque nadie tendría tanta paciencia, nuestra percepción del tiempo se modificó. También hay profesiones que se van incorporando a las universidades que remiten de forma directa a las nuevas ocupaciones que promueve la red, ya no sólo es posible estudiar informática, programación o robótica. Los videojuegos, las redes sociales y las criptomonedas están generando alternativas que impactan no sólo en Internet.

En consecuencia, la digitalización de la cultura, como bien define Novomisky en su libro “La marca de la convergencia”, es un proceso integral, dinámica y en permanente expansión que requiere de términos más amplios,  (¿paradigma podría resultar útil?), para abarcar sus dimensiones, actores y plataformas en las que se vinculan, se rechazan y se reformulan con mucha velocidad.

Aun cuando estamos desconectados, seguimos participando en la red. Por eso más que términos para definir, precisamos conversaciones para comprender, para saber situarnos. No hay cultura digital, estamos digitalizados.

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