En Estados Unidos un profesor logró conectar a sus alumnos más allá del zoom

Dra. Carol Moseley – Especial para En Provincia desde San Francisco – Estados Unidos –

¿Cómo se caracteriza el comienzo del año escolar? Es una mezcla de emoción, temor y anticipación. Este año no ha sido una excepción a pesar de que la mayoría de los niños tuvieron que ponerse delante de una pantalla en su casa en lugar de caminar hasta la puerta de la escuela. No saludaron a sus compañeros de forma presencial sino utilizando el chat de Zoom. En vez de salir y liberarse de la energía de sobra durante el recreo se conformaban con pasar los momentos de ocio molestandoles a sus abrumadas papás. Como si fuera poco, no han conocido a sus queridos compañeros o maestros con la misma intimidad que puede brindar una conversación cara a cara, sino por medio de las presentaciones que hicieron a través de la computadora.

Tanto los alumnos como los maestros están hartos de esta realidad. Todos han escuchado mil veces, “por favor, habiliten sus micrófonos, prendan sus cámaras.” Una mala conexión a Internet puede llevar a un niño a dejar de participar en las lecciones. El chico que habitualmente sobresale en el aula encuentra duro mostrar frente a una cámara su interés, su entrega y su habilidad de caerle bien a sus compañeros. Como las clases en línea son pesados e invariables, peor aún es la situación de un alumno que se le hace difícil estudiar y le cuesta concentrarse. No le queda otro remedio salvo, darse por vencido. Ni hablar de lo difícil que es para el profesor solucionar todos los problemas tecnológicos que enfrentan los niños, estando solos en sus dormitorios.

El maestro Dylan Beighley

Dylan es maestro de quinto grado. Lleva cuatro meses estando delante de la pantalla de la computadora en su casa, tratando de enseñar, entretener, y mantener la calma. Se cansa tanto de esta rutina pero tristemente no le queda otro remedio. Su esposa Sarah, le sugirió que hiciera algo con el propósito de animar a los alumnos y de encontrar una manera de tener una experiencia más auténtica con ellos. Al empezar las vacaciones de navidad se pusieron a hacer una bolsa de regalos para cada uno de sus 33 alumnos. No fue gran cosa, unos lápices, una goma de borrar, chocolates y dulces y un pequeño juguete. Con las direcciones en mano pasaron el fin de semana visitando cada alumno de forma segura, es decir sin entrar en la casa. El profesor que, antes solo lo habían conocido a través de una pantalla, ahora estaba tocando la puerta de sus domicilios.

Fue igual de ilusionante, tanto para el maestro como para los alumnos y eso, sin lugar a dudas fue el mejor regalo. Algunos se pusieron tímidos, otros no querían que se fuera y la mayoría se emocionaron profundamente. No cabe duda que ninguno de ellos se va a olvidar del año en el que tuvieron que estudiar en casa durante una pandemia y el día en que su querido maestro también los visitó.