El meme como contenido y arquetipo de la comunicación digital: el magro saldo de dos décadas

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

El meme es la pieza comunicacional más reciente de la red. Sin embargo, no es posible afirmar que sea absolutamente novedoso, ya que sus orígenes podrían hallarse en los pasquines, caricaturas, chistes, refranes y todo tipo de expresiones propias del registro de la comicidad. Y allí encontramos una de sus cualidades más potentes: el humor como forma de relacionarse con la realidad, como instrumento para sancionar a quienes cometen errores, como insumo para formular una opinión, el meme como formato, como contenido y como objeto para construir opinión pública. No deja de resultar significativo que la primera manifestación autóctona de Internet reúna cualidades que articulan la imagen, un texto breve y ciertas alusiones a la cultura popular contemporánea. Para la clase dirigente constituye una amenaza y ello emparenta al meme con la caricatura política: nadie sale ileso de sus dominios. Y su fuerza crítica puede tener más impacto que una acusación, incluso muchos se enteran de ella gracias a él. Y esta actividad le suma una dimensión: posibilita un ejercicio de acceso lateral a las noticias.

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Limor Shifman en su libro titulado “los memes en la cultura digital (2014)” los definió en base a tres características “longevidad; fecundidad; y fidelidad al original en la transmisión”. Aunque la primera de las propiedades bien podría discutirse, ya que estaría en franca tensión con la vertiginosidad de los hábitos y prácticas comunicacionales contemporáneas (tanto dentro como fuera de la red), es cierto que como género discursivo pueda arrogarse un largo porvenir. En cuanto a las restantes, se podría postular que la segunda colisiona con la tercera, dado que si mantiene la fidelidad resigna fecundidad, entendida como una posibilidad abierta a nuevas construcciones. Porque tampoco sería aceptable mencionar que el meme acepta múltiples interpretaciones. Su funcionamiento está sujeto a que se comprenda la broma, la parodia o la mordacidad que buscan generan en el receptor. Es cierto que una imagen podría ser graciosa por sí misma, pero ése no es el sentido que da fuerza cultural al meme. Sería como leer una tira y sólo sonreí por los rasgos desmesurados de la caricatura sin advertir las alusiones y los sarcasmos que porta. Por lo tanto, quizás el meme particular valga más por la oportunidad que por la continuidad, en tanto que en el género sucede lo contrario: su potencia está en crear un formato más que en el mérito que podría obtener alguno en particular.

No obstante los análisis que puedan producirse en torno a los atributos del meme, es preciso interrogarse: ¿qué debemos interpretar de este invento de la sociedad posmoderna? Es decir, qué significa que ante las enormes posibilidades estéticas, tecnológicas y creativas que ofrece el conocimiento y la expansión de las tecnologías digitales, debamos conformarnos con los memes como artilugio digital. Es cierto que en ocasiones es gracioso, acertado y suele publicarse en el momento preciso. Pero es la sumatoria de una foto y un grafiti, magro saldo para dos décadas de aplicaciones y dispositivos sofisticados.