
Dr. Luis Sujatovich – UDE – Universidad Siglo 21 –
¿Cuál es el rol de Latinoamérica dentro de la red? Cuando se cita el mapa de Internet, suele indicarse el nivel de conectividad por región, la cantidad de equipos en funcionamiento y también cuáles son las plataformas más utilizadas. Esas informaciones posibilitan diferentes análisis referidos a la brecha digital, a la elección de los usuarios y a los análisis estadísticos respecto al tiempo de conexión, entre otras. Si bien se pueden hacer inferencias, porque los datos habilitan interpretaciones culturales más significativas, pero pueden evitarse, como suele suceder. Es más sencillo (y menos comprometido) hacer una nota acerca de la cantidad de celulares que se usan en el país, que dar cuenta de las consecuencias para el intercambio comercial de productos primarios frente a la sofisticación tecnológica en expansión. Vaya paradoja: estamos en la época de las opiniones (y no de los datos), pero aún persisten ciertos cuidados para que surjan las que menos incomoden. ¿será la posverdad un modo tangencial de censura o autocensura?
La participación de nuestra región en la industria tecnológica es muy menor. Aplicaciones, sistemas operativos y artefactos no constituyen nuestros aportes sustanciales. La importación constituye, por lo tanto, el proveedor fundamental. Las explicaciones más aceptadas, es decir aquellas que están asentadas en el sentido común, sostienen que nuestra relación desventajosa se fundamenta en la poca laboriosidad de nuestra sociedad y en la menor inteligencia que padecemos sin remedio. Sin embargo, hay otras formas de explicar esta ruinosa situación. Una de ellas, acaso la más esclarecedora, nos invita a revisar la historia: ¿cómo se iniciaron las relaciones de América con Europa? Con el más grande saqueo que se tenga registro. ¿Y qué sucedió con el oro y la plata que fueron llevados a España y luego a Gran Bretaña, Países Bajos y Francia? Solventaron las revoluciones industriales que organizaron de un modo muy específico las fuerzas económicas, políticas y culturales en occidente. Y más tarde, en todo el mundo.Unos ponen la sangre y la riqueza y otros se benefician. No deja de resultar curioso que seamos nosotros quienes le otorgamos legitimidad a ese despojo, aunque las evidencias muestren lo contrario.
Ambas situaciones, la expoliación y el beneplácito simbólico cotidiano que nos destaca, parecen repetirse con igual potencia, a pesar de los siglos transcurridos. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha publicado, el 22 de mayo de 2022, una nota de Luis Felipe López-Calva, titulada “Litio en América Latina: ¿Una nueva búsqueda de “El Dorado”?”. Allí sostiene que “América Latina posee el 60% de todos los recursos de litio identificados en el mundo. Estos se encuentran principalmente en Bolivia, Argentina y Chile, a veces denominados como el triángulo de litio”. La referencia a la leyenda que inspiró la incesante búsqueda del oro por parte de los conquistadores, resulta esclarecedora: continuamos siendo una zona a explorar que promete abundantes recursos, pero necesitamos de otros (europeos y estadounidenses) para saber aprovecharlo y convertirlo en mercancía. La ecuación sería: dar el litio a bajo costo y comprar celulares caros. El intercambio es tan ruin como las justificaciones que toleramos.
Fotografía: Archivo web.