Internet y la retórica individualista

Profesor Dr.Luis Sujatovich – Universidad Siglo 21 – UDE –

El surgimiento de una tecnología de la comunicación precisa del Estado para convertirse en medio de alcance social. La historia de la televisión, por ejemplo, es un ejemplo que se repite en diferentes latitudes de Latinoamérica: las inversiones que demandó no fueron atendidas por particulares sino por los gobiernos y luego, cuando comenzaron a convertirse en negocios rentables, bajo diferentes circunstancias y reglamentaciones, acabaron en manos de empresas. A pesar de los discursos que los medios suelen darse para contribuir a su legitimación respecto a su nacimiento como el sueño de algunos pioneros, sin el protagonismo de los recursos estatales, no habrían pasado de meras ideas o de sueños de juventud.

El capitalismo precisó del Estado para expandir sus industrias de la comunicación durante el siglo XX. El cine, en Argentina, sin el sostenido impulso financiero de Perón no habría logrado el esplendor que supo gozar y que aún hoy es recordado por su importancia internacional.  Es poco frecuente hallar testimonios que reconozcan la importancia de los dineros públicos para afianzar los avances tecnológicos, para expandir la zona de influencia de una radio o para producir papel que permita editar periódicos sin estar sujeto a las fluctuaciones del mercado extranjero. Sin embargo, quienes se muestran victoriosos omiten cualquier referencia que pueda desviar la atención que reclaman sobre sus méritos.

Internet y los dispositivos digitales han heredado esa retórica individualista: ¿o acaso alguien ha reconocido que sin el acompañamiento del Estado muchas de los avances estarían aún en una fase de experimentación o, directamente, suspendidos? Se sigue insistiendo en las epopeyas personales como única forma de éxito, por eso las tecnologías digitales y el neoliberalismo se llevan tan bien: ambos fomentan la búsqueda de soluciones biográficas para problemas sistémicos, parafraseando a Beck.

Natalia Zuazo en su libro “Los dueños de Internet”, editado en 2018, sostiene al respecto que: “el problema es  concebir al Estado sólo como una máquina de burocracia y al sector privado como el único capaz de asumir riesgos. La evidencia histórica demuestra otra cosa: el Estado no sólo puede corregir las fallas de la economía, sino que también puede crear nuevos mercados e innovar en áreas como la ciencia y la tecnología. ¿Por qué? Porque muchas veces asume tantos o más riesgos que los privados”.  Detrás de las grandes marcas y de los cinco gigantes (Apple, Microsoft, Google, Amazon y Facebook) están los esfuerzos de los contribuyentes. Vaya novedad: las empresas logran enriquecerse gracias al trabajo de millones de individuos innominados. La cuestión, por supuesto, no estriba en rechazar Internet ni oponerse a las innovaciones, sino tener en claro que los relatos que los legitiman son falsos. No son tan distintos a cualquier da nosotros, sólo han tenido la suerte de ocupar una posición vedada a las mayorías, aunque dependan de ellas.