“El ego después del ego”

Por Andrés Mazzitelli –

Acerca de la serie de Netflix “El Amor después del amor” sobre la vida de Fito Páez.

        Cuando se hace ficción con la realidad, y esa realidad es reciente, fresca, palpable, sin duda que más de uno empieza a sentirse extraño. Especialmente los que hemos estado más o menos al tanto de los hechos. Y eso es lo que me sucedió con la serie de Netflix “El amor después del amor” sobre la vida del cantautor rosarino Fito Páez. Porque la realidad ficcionada termina siendo más ficción que realidad, y la realidad es otra cosa. La realidad es lo que es, no entretiene necesariamente, no tiene momentos estudiados de suspenso donde la pelota queda, por supuesto, picando para que el espectador ansioso haga PLAY en el siguiente episodio. Y el siguiente, y el siguiente, como quien traga choricitos copetineros. Esa es la premisa de esta era donde Netflix se volvió la fábrica (¿inagotable?) de choricitos y los espectadores despuntaron gustosos la nueva adicción de turno: consumir esos contenidos en una sola noche, como trituradoras de papel de oficina.

             A ver si me entiende:  no estoy diciendo que esos productos sean de mala calidad. Todo lo contrario. Muchos de los mejores profesionales están en estas producciones. Fotografía, sonido, dirección de arte, música, efectos especiales, elenco, casi todos los rubros son de jerarquía. Igual, eso no garantiza que lo que se produzca tenga peso y profundidad artística.

           Cuando en la primera escena vemos un plano estilo “El secreto de sus ojos”, desde el aire, con el estadio de Vélez colmado,(efectos de CGI mediante), y escuchamos a un periodista muy entusiasmado decir “Éste puede que sea el concierto más grande en la historia del Rock Nacional!” algo empieza a hacer ruido, y no blanco precisamente. Porque si se tratara de una imagen documental y el periodista hubiera sido real, tendría el valor de registro de época. Pero estamos viendo un actor diciendo líneas de un guion “basado en las memorias de Fito Páez”, como dice en los créditos al inicio, y eso lo cambia todo. Por el mismo motivo que las peores biografías son las biografías autorizadas. A partir de ahí cuesta sustraerse a la idea de que uno está simplemente viendo un producto que funciona como engranaje de marketing para coronar la re edición del álbum del mismo nombre. De hecho la serie se estrenó exactamente al final de la gira que celebró los 30 años del disco.

          Claro que, que el mismo Páez haya estado tan íntimamente involucrado en su propia biopic tiene un costo. Su personaje es el menos interesante de la serie, el actor que lo personifica parece haber sido seleccionado más por su parecido físico que por sus dotes actorales y eso se nota demasiado, especialmente hasta el episodio 4 o 5.

           Por otro lado, Fito Páez es un gran artista, eso no se discute. Ha compuesto un puñado de las mejores canciones que se han escrito en los últimos años. Algunas de su autoría están entre mis favoritas de toda la vida, como “Las cosas tienen movimiento”, por mencionar sólo una. También soy de la generación que vivió la llegada de – la después llamada – Trova Rosarina, aunque en aquel aciago año de 1982 todo se reducía a sólo un apellido: Baglietto, como un ariete poderoso detrás del cual cargaban como en puntillas los talentos diversos de Silvina Garré, Rubén Goldín, Jorge Fandermole, Adrián Abonizio, Lalo de los Santos, Fabián Gallardo y por supuesto, Fito Páez.

          En aquellos primeros discos de Baglietto siempre moría alguien. A menudo, más de uno. Por obvias razones, su mensaje y su inagotable voz desesperada nos calaron hasta los huesos, como el viento del Atlántico Sur. Era lo que necesitábamos en ese momento: llorar y dejarnos acariciar por formas más bellas y amables de la muerte: la muerte en forma de arte. El primer show de Juan en Obras fue una extraña e inmensa catarsis colectiva de tragedia donde todos lloraban, Baglietto, porque sabía lo que había costado llegar hasta ahí, y el público, que había dado con un canalizador de amargura mil veces mejor que las terribles noticias. Los artistas rosarinos se visibilizaron a través de Juan Carlos Baglietto y con ese trampolín saltaron a sus carreras solistas.

              En la serie, el guion se deshace de ellos en 15 minutos y es como si jamás hubieran existido. Irrumpe entonces Charly García, por momentos sorprendente, por momentos rayano en el estereotipo, Fabiana Cantilo, tal vez el personaje más creíble y tridimensional de la serie, junto con Rodolfo, el padre, mientras sucesivos flashbacks arrojan una aleatoria colección de vivencias de la infancia sin un hilo definido.

            Y la fama, y algunos excesos, y la construcción bastante cliché del rock y su entorno, pero sobre todo, de nuevo, la muerte, la tragedia multiplicada, igual a las letras de aquellos primeros discos, o mucho peor. Todo visiblemente pasado por el tamiz de la memoria de Páez, selectiva y por momentos algo caprichosa, sobre todo en la cronología de algunos acontecimientos narrados.

           Pero no importa. No olvidemos que estamos viendo un producto, no un libro de historia. Y un producto tiene que, sobre todo, entretener, y éste lo hace. Con el plus de la banda sonora de fondo, que perfuma y seduce a cualquier argentino que conserve el sentido del oído.

          Están de moda las “biopics”, hasta Jorge Lanata tendrá la suya (¿Se llamará “Ciudadano Caín”?), y que pase el que sigue.

          La maquinaria está armada y ávida de vidas interesantes para contar, y si no son muy interesantes, hay guionistas de sobra que las volverán interesantes.

          Mientras tanto, no dejo de preguntarme qué sentiríamos si fuéramos de otro país, y nos encontráramos con esta serie en total ignorancia, sin tener nada en la memoria, sin ninguna referencia previa. Quizás sólo así podríamos evaluarla sin estar tan involucrados, sin ruidos ni sensaciones encontradas.

          Sin embargo, ya ves…somos de acá. (*)

(*) “Y sin embargo ya ves, somos de acá”  de la canción “Los Sobrevivientes” de Charly García

Fotografías: Archivo web.