
En la Argentina de 2025, los candidatos ya no solo disputan votos: disputan miradas. En las redes sociales, cada gesto, cada frase, cada silencio se convierte en signo. La política se juega también en el terreno de lo simbólico, donde la imagen pública se construye pixel a pixel.
Javier Milei: el algoritmo como aliado
El presidente libertario sigue siendo el protagonista indiscutido del ecosistema digital. Su estilo disruptivo, sus frases provocadoras y su estética de outsider lo convierten en combustible viral. En TikTok y X (ex Twitter), sus intervenciones generan tanto adhesión fervorosa como rechazo visceral. Pero en ambos casos, logran lo que todo político desea: atención.
Su hermana Karina Milei, apodada “El Jefe”, aparece como figura enigmática y poderosa. Aunque su exposición es menor, su presencia se ritualiza en posteos que la muestran como guardiana del proyecto. En redes, su silencio es leído como estrategia.
Patricia Bullrich: la constancia como narrativa
La ministra de Seguridad se posiciona como figura firme, sin estridencias. En Instagram y Facebook, su imagen se asocia a la acción concreta: operativos, recorridas, declaraciones breves. Su narrativa digital no busca viralidad, sino legitimidad. Y en ese terreno, gana terreno entre públicos que valoran la previsibilidad.
Axel Kicillof: el intelectual territorial
El gobernador bonaerense mantiene una presencia activa, especialmente en X y YouTube, donde sus discursos largos y explicativos encuentran eco entre militantes y docentes. Su imagen digital combina gestión con ideología, apelando a una audiencia que busca profundidad más que espectáculo.
Victoria Villarruel: la batalla por el sentido
La vicepresidenta emerge como figura polarizante. En redes, sus intervenciones sobre derechos humanos y seguridad generan intensos debates. Su imagen se construye en tensión: para algunos, es voz de reparación; para otros, símbolo de negacionismo. En ambos casos, su presencia digital es estratégica y calculada.
Cristina Kirchner y Mauricio Macri: los fantasmas que aún pesan
Ambos expresidentes mantienen influencia, pero su presencia en redes es más evocativa que activa. Cristina aparece en posteos que la citan, la recuerdan, la interpelan. Macri, en cambio, se asocia a gestos institucionales o a intervenciones puntuales. En redes, son figuras que orbitan más que actúan.
El ritual de la mirada
En este escenario, los candidatos no solo comunican: performan. Cada publicación es un acto editorial, cada selfie una escena política. Las redes sociales no son solo canales: son vitrinas donde se juega la legitimidad, la emoción y el relato.
Y como todo ritual, lo que importa no es solo lo que se dice, sino cómo se lo dice, cuándo se lo publica, qué imagen se elige, qué frase se destaca. En ese juego, algunos ganan presencia, otros construyen misterio, y todos, sin excepción, se exponen al juicio del scroll.
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