Cuando un avión tiene un accidente la noticia como tal, recorre el mundo. ¿Qué pasó? ¿Cómo ocurrió? Siempre se trata de un abordaje que causa gran impacto. Pero son muchos los factores que incurren para que un incidente pueda surgir, y si lamentablemente se dan, hay que tener la claridad necesaria para darse cuenta que nadie está libre de vivir un acontecimiento de esa naturaleza, pero también reconocer que elevarse al cielo es parte de los sueños de las personas, logradas en máquinas que hacen posible podamos volar.
La fecha 17 de diciembre de 1903 está alejada en el tiempo, marca el principio del siglo pasado, pero a la vez tiene un peso de real importancia en la historia del hombre para poder dominar el arte de volar, un concepto que hoy es parte de la vida de la humanidad, de la mano de la tecnología que se ha convertido en el centro de todas nuestras realizaciones.
Desde entonces se han formado hombres y mujeres que aman la actividad. Es el nexo perfecto entre el sueño y la realidad. Estar al mando de una aeronave es un reto que cada aviadora o piloto lleva adelante al momento de iniciar un vuelo. Carece de importancia que sea el primero de su vida, o si se trata de la hora de vuelo 7.800. Estar al comando de una aeronave es parte de la vida de esa persona, porque allí residen con exactitud todos los esfuerzos y las dedicaciones posibles. Implica también gran responsabilidad porque no es azar que volar sea uno de los métodos más seguros de viaje, y eso se debe a la capacitación en la que están comprometidas, con una carrera que han elegido, en la que deben garantizar la seguridad de sus pasajeros, de lo que se transporte y mantener siempre un temple que permita tomar las decisiones correctas ante cualquier eventualidad que pudiera ocurrir.
Las personas que eligen la aviación hacen una carrera que se transforma en parte de su vida en la que siempre están en formación para alcanzar el más alto nivel y estar actualizados con las últimas tecnologías y procedimientos a nivel internacional. Además por normas están obligados a tomar cursos en la navegación y la meteorología, y se convierten en expertos en los distintos campos, en el afán de ganar experiencia y ser portadores de conocimientos esenciales.
La elección de ser quién comanda una aeronave es una necesidad adquirida que no se realiza sin vocación, sin un sueño a seguir, sin un deseo de querer serlo. Quizás ocurre como en otras profesiones, pero que en este caso conlleva siglos de sueños y logros increíbles, maravillosos que se pueden cumplir gracias a la tecnología y al deseo de plasmar sueños por parte de la humanidad. Luego vendrá la aerodinámica, los motores, el control de tránsito aéreo, la navegación, los idiomas, la meteorología, las operaciones aeronáuticas, las reglamentaciones, las telecomunicaciones. Todas las materias de estudio para llegar a ser partes de una idea y de un destino que puede ser único y maravilloso. ¡Ser aviadora, aviador y volar!
Cuando una aeronave pasa por nuestro cielo, uno no piensa que allí van 1, 2, 4, 12, 450 personas sentadas en una máquina. ¡Que ha ganado altura y está volando! No se piensa porque es natural. De la misma forma que no se tiene en cuenta toda la actividad paralela a esa posibilidad de vuelo de la aeronave: La tecnología; El mantenimiento de parte de los mecánicos; La logística operacional para permitir que la aeronave esté en vuelo; Los procedimientos que debieron realizar los pilotos para estar surcando el cielo sobre las ciudades, todo es parte de la posibilidad de volar y que se ha transformado en un hecho absolutamente habitual.
Pero ocurre a veces que un mal aterrizaje, un despiste, un accidente menor o de gran envergadura, borra el hecho natural y el mismo deja de tener esa actitud positiva, y ese sentido nativo, porque cuando se produce un evento se quita la naturaleza de volar. Que por ser algo extraordinario siempre es tomado como una situación absolutamente negativa, que incluso hasta implica la pérdida de la capacidad operativa de una organización, por más que haya sido siempre la excelencia.
Un accidente genera un número de campos diferentes que se tornan negativos y de alto impacto. Entonces las y los aviadores que pasaron gran parte de su vida dominando las complejidades de volar, de generar su carrera con sacrificio y dedicación, se encuentran sumergidos en el hecho de manera responsable, al menos hasta que una junta o comisión de accidentes determine qué es lo que ocurrió, qué es lo qué pasó. Mientras las y los aviadores deben someterse a los hechos y las especulaciones de algo en lo que quizás no tenga responsabilidad y si la tuvieran no habría alguien allí para corroborar qué pasaba en verdad. Incluso en ocasiones no podrán ni siquiera defenderse. Como si los sueños debieran estar alguna vez unidos a las pesadillas. Pero así ocurre y ante eso no hay nada que se pueda hacer.
El minuto fatal, por alguna circunstancia del vuelo, se torna ejecutor de un hecho fatídico que puede alterar el orden regular de lo que parecía natural. Se lleva en 60 segundos toda la experiencia de una mujer o un hombre en el comando, que tiene horas de volar sin ocasionar un solo inconveniente, que queda expuesto bajo la mirada de quienes no se dan cuenta que el peso de la verdad está en el tiempo real, detrás del minuto del evento. Pero por alguna razón el daño que se produjo queda en los archivos y en la memoria, sin tener en cuenta siquiera el antecedente real de la persona que lo ha sufrido.
Por suerte volar es más seguro que cualquier otro medio de transporte, las estadísticas demuestran que cada año mueren 1,2 millones de personas por accidentes de tránsito. A modo de ejemplo si tomamos un año de la última década, hubo en el mismo 1.293 muertos debido a accidentes aéreos en todo el mundo. Pero ese mismo año hubo 1.370 millones de pasajeros que volaron por todo el mundo. Esa seguridad está ligada directamente a las y los aviadores que son quienes transportan las aeronaves de un sitio a otro y que cumplen el sueño de volar y se han capacitado para lograrlo. Nada es azar.
Al principio de este artículo expresé que cuando un avión tiene un accidente la noticia como tal, recorre el mundo: ¿Qué pasó? ¿Cómo ocurrió? Pero en verdad debieran reconocerse en lo inmediato otros factores, que hacen posible seamos capaces de crear la tecnología suficiente que permitió llevarnos a la luna, cruzar distancias en menos tiempo del que jamás pensamos, instalar una estación espacial, recorrer un campo, salvar personas, trasladar enfermos, generar comunicaciones, todo ello de la mano de pilotos, mujeres y hombres, que para estar frente al comando de una aeronave cumplieron lo más importante que las personas tienen, la posibilidad de soñar.