Un militante por la Universidad

Por Claudio Reynaldo Gómez –

Andar por las diagonales es una especialidad de los platenses. En esta época, por algunas calles del casco urbano, el perfume de los tilos anuncia que otro año termina. Y con ese año que se empieza a deslizar hacia la memoria, los platenses retroceden en los días para defender del olvido aquellas cosas que merecen ser recordadas. A veces, se trata de cuestiones importantes; otras, de nimiedades.

Como representante del Círculo de Periodistas ayer concurrí a un encuentro con la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau), en la sede de la Universidad Católica de calle 57. Los representantes de la Coneau querían conocer de primera mano los vínculos y acciones entre la Universidad Católica de La Plata y las instituciones de la ciudad. Entre los asistentes a la sesión, a las 10 de la mañana, al reparo de una sombra escasa, estaba el presidente de la UNLP, Martín López Armengol. Nos saludamos con sincera amabilidad. Él es siempre muy amable.

Enseguida, pasamos al salón, para conversar con la gente de la Coneau. Un grupo de media docena de docentes, que nos contó de qué iba el encuentro. Un encuentro, por cierto, hermético, tanto que los funcionarios de la Católica estuvieron vedados de ingresar, ya que eran parte de la universidad evaluada. El cónclave fue solo entre los evaluadores y las representaciones platenses.

Para romper la inercia de quienes debíamos exponer, el primero en tomar la palabra fue Armengol. Sin exagerar la talla, habló menos como presidente de la UNLP que como un trabajador de la UNLP. Me llamó la atención su postura modesta y el preanuncio gestual de que venía más a escuchar que a exagerar.

Luego, los demás (no pocos, por cierto) hablamos del vínculo con La Católica. Casi dos horas de charla, en la que Armengol no se distrajo un solo segundo, en una casa que no era la suya, en un espacio que podía serle perfectamente indiferente.

No es la primera vez que encuentro al presidente de la Universidad de La Plata en circunstancias alejadas del cómodo sillón de su despacho. Recordé sin esfuerzo que en este 2024 lo vi en una carnicería de calle 74; en el lanzamiento de una colección de libros de la Sociedad Argentina de Escritores y en un acto por el Día del Lector y la Lectora, en el que alguien habló de Borges. Siempre está por ahí, en necesaria circulación, en representación de la Universidad. La presencia del presidente de la UNLP por las calles de la ciudad es más que una estrategia de política universitaria. Creo que constituye la mejor manera de militar a favor de la Universidad. Una universidad cargada en su tradición de un desafiante estatus intelectual que, a no pocos, les encanta pavonear y bloquear hasta generar el susto de quienes creen no estar a la altura de su señorío. La militancia por la Universidad es la que se hace en las calles, no solo la que se produce en los claustros. Un tipo que escucha a sus vecinos, que conoce sus anhelos, que trabaja con ellos en la consolidación de una sociedad integrada y más justa, hace más por la Universidad y por sus demandas que un premio académico o un sabio que habla para 20 estudiantes.

Ayer miraba a Armengol -a quien no me une más que esos encuentros casuales, esos intereses en común- y pensé en el año que se va y en el futuro que viene gris como de tormenta. Y dije “este hombre es un militante por la Universidad”. Por eso anda en la calle, por eso se despoja del apretado traje de burócrata, por eso deberíamos copiar su voluntad; ahora, cuando todavía quedan razones por la cuales disfrutar el perfume de los tilos, de camino a la Universidad.

Fotografía: En Provincia.