Por: Ricardo Jaén. (*) –
Cuando Andrés Malamud señala que hay tres formas de entrar en el desarrollo: pioneros (Inglaterra, EE. UU.) herederos (Australia, Nueva Zelanda…) o invitación (Europa Atlántica, Alemania, Corea, Japón…) y dispara la idea “de que hemos sido invitados”, va en la dirección de lo expresado en mi artículo de finales de octubre, “¡Qué chucho Manucho!” en Mirando la política por la ventana en camiseta, por aquí publicado.
En dicho artículo se señalaba la oportunidad, pero se dudaba de la contraparte local. Duda que no sólo se extendía al gobierno sino a la clase empresarial en general y a la dirigencia política en particular.
Cuando Carlos Pagni señala a manera de pregunta si los Estados Unidos garantizan la deuda argentina de los próximos dos años y también en forma interrogativa señala al Embajador Lamelas como el único interlocutor válido de la voz del Tesoro o el ejecutivo norteamericano, comienza a despejarse mi duda.
No hay contraparte. Hay intervención.
Esto que puede sonar a ignominia para el pensamiento de corte nacionalista o para los partidos de izquierda, le da al nuevo modelo económico tutelado algunos visos de verosimilitud y la posibilidad de que sea sustentable en el ámbito económico y después del resultado electoral, también en el político.
Diego Genoud, en su última y magnífica columna, hace referencia a los dichos de Lucas Malaspina en relación con el triunfo de Zohran Mamdami en Nueva York, en cuanto a “interpelar a las nuevas generaciones, lo mismo que hizo Milei en Argentina para llegar al poder en tiempo récord.”
Su respuesta es una especie de startup política (segmentos poblacionales, comunidades y marcas latentes) que podría convertirse en una campaña política integrando relato, tecnología y territorio.
Genoud agrega que la figura de Mamdami es “el reverso exacto del alcalde demócrata que abandona el poder”, un dato no menor del cual debiera tomar nota la oposición política local (el peronismo en todas sus variantes) que insiste en repetir nombres, formas y discursos tan gastados que no le dan ninguna chance de competir en el futuro cercano ni aún en el escenario de un cataclismo político/económico de Milei y su gobierno, pues la atención de la gente iría hacia otro lado.
Pues entonces creo que nos deberíamos preguntar, no por las personas y menos aún por sus posiciones ideológicas, sino por los supuestos que usamos como categoría de análisis político, los cuales en su mayoría ya no existen.
Trabajo, pareja, hijos, ahorro, metas, futuro, por mencionar algunas de esas categorías, no son las mismas, han cambiado radicalmente en los últimos veinte años y siguen cambiando, hasta tal punto que deberíamos pensar en tribus que conforman una nación desde el punto de vista demográfico/cultural, y no en un país que pareciera un concepto cada vez más lejano y que no explica al público político que lo comprende.
Así creo que se explican más fácil Milei y Mamdami.
Quizás entonces los “cisnes negros desaparezcan”.
*Director Académico Cátedra Libre Mariano Moreno. UNLP. – Colaboración para En Provincia.
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Fotografía: Archivo web.