Los memes y el tango: del protagonismo al ocultamiento del protagonista

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

¿Qué pueden insinuar sobre nuestra cultura los memes? Su preeminencia discursiva humorística, su pretensión burlesca y su originalidad, disponen un campo de sentido que no debería conducirnos al equívoco de considerar que su proliferación, circulación y consumo sólo responden a sus cualidades de ingenio y comicidad. Quizás nos permitan una aproximación a algunas particularidades de nuestra relación con la realidad. ¿O acaso debajo de la escena graciosa que construye no hay una decepción, un lamento que pareciera tener más facultades de expresarse y obtener atención que un mero mensaje de repudio?  El sarcasmo suele aparecer con mayor frecuencia que la ironía, y eso además de un rasgo que acentúa su condición popular (multitudinaria), nos acerca un elemento que favorece una interpretación epocal: la decepción ya no es un asunto tanguero ni del folklore, sino del lenguaje semiótico digital de la red.

La letra de Cambalache es un paradigma de nuestra cultura, ya que no sólo describe un orden social y económico de oprobio, también ofrece una forma de asumirlo. Allí el descontento es evidente,  hay una actitud tan dolida como valiente del enunciador. Su necesidad de declamar cuanto le acontece lo impulsa a exponer sus sentimientos, aún a riesgo de no hallar el interés deseado. Por el contrario, nuestra contemporaneidad ofrece condiciones narrativas diferentes. Si por un lado hay herramientas y posibilidades inéditas para expandir un reclamo, a la vez hay una tendencia a establecer el pacto comunicativo a partir de un tácito acuerdo: el protagonista del mensaje deberá ocultarse detrás del chiste, para establecer una distancia con la situación planteada que le permita sentirse involucrado sin que eso suponga poner en evidencia sus sentimientos más profundos, su fragilidad, su inocencia perdida. Si volvemos sobre los memes que han tenido más éxito (es decir que no se agotaron en un breve acontecimiento) podremos observar casi un orden gramatical que pretende asociar algunos sentidos, que – en líneas generales – ubican al enunciador despojado de toda esperanza se ríe de una situación desgraciada que sólo lo implica como creador, más no como protagonista. Quien elabora un meme es un autor omnisciente, conoce las circunstancias y los personajes, pero es apenas un testigo. La distancia, se podría sugerir, permite una mirada más abarcativa, es cierto. Aunque también predispone de un modo específico a sus receptores: se puede jugar con la actualidad pero no cedas a la tentación de suplir al personaje. Él puede gestionar la vergüenza mejor que cualquier mortal. ¿El posicionamiento distante es un ejercicio discursivo dominante  o apenas configura un recurso para no implicarse? La respuesta afirmativa a la primera opción, nos configura un horizonte de estudios que merece explorarse. La segunda, nos remite a considerarnos  como jóvenes atrapados  en una “segunda inocencia, que da en no creer en nada”, como escribió Machado.

Disponemos de un repertorio inabarcable de recursos para que millones sepan de nosotros, y  sin embargo no nos arriesgamos a ponerle rostro a las emociones que nos atraviesan. Componemos el tango y lo cantamos, pero en tercera persona.