Lo que no nos dice la ropa que pende de la cuerda

Por Guillermo Cavia –

La ropa que cuelga de la cuerda, podría estar en el patio de cualquier casa, pero no lo está. Las prendas parecieran no asumir el viento, ni la brisa, de lo que en la imagen, claramente muestra invierno.

La ropa quizás pertenece a ella,  tal vez a él, no lo sabemos, ni tampoco si esas nubes anuncian la nevada. El atavío podrías ser de cualquiera, pero no lo es, porque nos lo está diciendo.

La imagen no solo es de un patio, ni de un cordel de secado, ni de unas ropas esperando la brisa en invierno, la foto dice mucho más. Está allí detenida en una tarde de nubes bajas y fríos espectrales. Está pendida donde sus broches claramente la tienen.

También se ve el pasto seco por el frío de las heladas nocturnas y más atrás una hilera de altos árboles que parecen ser álamos. Se observan las mangas de las prendas, casi rozar la empalizada de madera, que se emplaza y denota que está ajena de pintura y reseca por la dureza de los años, todo pareciera estar en el patio de una casa de campo, pero no es cualquier labrantío.

El fragmento más fuerte de la fotografía radica en los broches, que permiten a las prendas suspenderse de la cuerda, están ahí resguardando lo que parece la vida cotidiana, pero claramente no lo es.

La escena en ese paisaje del invierno debiera ser simple como la de cualquier patio de campo, en algún sitio, bajo las mismas luces que nos iluminan en cada día del tiempo que vivimos, pero no lo es.

El color de los broches nos dice que el lugar donde está la ropa tendida es Ucrania. Por eso nada es lo que parece. La ropa la colgó una mujer ucraniana, que sufre la guerra, que tiene miedo, que quizás a huido de una ciudad más grande y siente su país, su bandera, hasta en el detalle más simple.

Lo que acontece fuera de ese sitio nos ofrece otras postales, que son imposibles. Miles de muertos, civiles y de soldados. Éxodo, desolación y tristeza infinita. Ciudades destruidas, un país desangrado, desgarrado.

Mientras tanto tras el rechazo de la OTAN, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, pide a los EEUU una zona de exclusión aérea. Se hizo a través de una videollamada. Antes del final de esa comunicación, decenas de congresistas activaron sus micrófonos para darle las gracias a Zelenski y algunos hasta afirmaron “Slava Ukraini” (Gloria a Ucrania).

También en este conflicto, referentes de la cultura se preocupan por la destrucción del patrimonio cultural, por el impacto de la guerra en las obras de arte y arquitectónicas.

China hasta ahora no se manifiesta y mantiene su posición frente al conflicto entre Rusia y Ucrania, incluso cuando es presionada por los EEUU. A la vez que varias miradas aguardan el próximo lunes, que es el día donde se retomarán las negociaciones.

En este peligro constante en el que está sumido el planeta, también aparece el Fondo Monetario Internacional, que pronostica daños económicos devastadores por el conflicto.

Lo demás son conversaciones entre jefes de Estados, amenazas de Vladimir Putin. La recurrente promesa de EEUU de ofrecer más ayuda a los refugiados ucranianos en Polonia y la apertura de varios países del mundo para dar asilo a refugiados de Ucrania, entre esos, nuestro país.

Todos son escenarios del conflicto, que cambian en los varios días de la guerra, que increíblemente se desarrolla en el siglo XXI, en un mundo tecnológico, donde la preocupación debiera pasar por otras cuestiones absolutamente necesarias y urgentes. Sin embargo debemos ver lo que como humanidad nos hace dar cuenta de nuestra propia monstruosidad.

Claramente en nuestro tiempo todo pende de los broches.