Le Corbusier (1887-1965) a sesenta años de su muerte

Por Elvira Yorio –

Roquebrune –Cap- Martin, Riviera francesa, 27 de agosto de 1965,  a las 6,15. El sol es una fiesta de luz y color arañando el horizonte. La playa desierta, encerrada en ese marco verde de pinos y olivos que trepan por los Alpes. Una pequeña casa de madera es la silenciosa vigía que parece custodiar los senderos que desembocan en un pueblo medieval. Un hombre aparece en la puerta. Está desnudo, y comienza a caminar hacia el mar cercano. Oye su propia voz: “la casa es un estuche para la vida”, “una casa es una máquina de habitar”…vuelve la cabeza y mira la puerta cerrada. Ocasionalmente levanta un brazo y después el otro, como si quisiera conferir marcialidad a su paso. Escucha: “erguido para actuar, y acostado para dormir y morir…la línea vertical y la línea horizontal…el ángulo recto…” Sigue persiguiéndolo su  voz: “…contraes con la naturaleza un pacto de solidaridad, es el ángulo recto. De pie frente al mar vertical estás sobre tus piernas…” Roza sus muslos con la punta de los dedos. Su voz continúa, empecinada en acompañarlo. “El amor es una palabra sin frontera. Es también una creación humana, un ensayo, una empresa…” “…la plenitud de los grandes silencios…Un tiempo nuevo se ha abierto, una etapa, un plazo, un relevo. De modo que no nos hemos quedado sentados al costado de nuestras vidas.”  Poesías, edificios mentales… El hombre se detiene cuando el agua moja sus pies. Inhala… como si quisiera acumular todo el aire de Provenza en su pecho. Imprevistamente parece sentir el agua fría  que mojó sus pies 40 años atrás, en Ginebra, cuando alborozado, edificó la casa de sus padres junto al más bello lago del mundo. Sonríe, recordando las horas que dedicó al diseño de cada mueble. Y también le es grato imaginar los cuadros que pintara, y después, la osadía que tuvo de querer construir una ciudad completa que concretó en la India, poniendo en juego todas las ideas y principios que había acuñado en su mente…Esa mera evocación lo hace sentirse libre, y acaso, por un instante, solo por un instante, feliz. Luego…el sol va develando su forma, color y calor, y el hombre se interna en el agua  con fruición, gozando cada avance. Se quita los lentes y los suelta, sin mirar dónde caen. Se reconoce a sí mismo como  apasionado por todo: la búsqueda de conocimiento, el amor, el acercamiento entre los hombres, la verdad del arte…convencido que luchó por ello, como pudo. No se arrepiente de nada. No tendría sentido ya.  Acepta que es irredimible la soledad que le dejara la partida de Ivonne, única entre tantas… y comienza a caminar hacia adentro.

Monólogo, antes de partir.

_Ivonne…Ivonneque…no respondes (lanza una risa breve),claro…el silencio fue siempre tu arma mejor.

¡Ah! Cómo me exasperaba tu silencio…Escapé de él ¿recuerdas?

¡Cuántas veces hui!…pero no porque me gustara estar lejos, sino para probarme a mí mismo que podía despedirme de ti, de tu mirada, de tu influencia…

Hubo otras mujeres… Sí, sí, claro que las hubo, pero solo fueron juguetes de carne con los que intentaba construir mi fantasía de libertad…

¡Mentiras! (otra risa seca) ¡Ah! Yo siempre construyendo fantasías: poemas geométricos y viviendas soñadas para mi propia realidad. Pero te aseguro que ninguna pudo desplazarte. Permaneciste ahí, con tu cuerpo angosto y flexible como la hoja de un sauce, tu sonrisa enigmática, tu voz áspera y dulce a la vez…

_¡Qué gracioso! Me llamaron innovador, iconoclasta, rebelde…lo que más me gustó: rebelde…aunque la rebeldía no fue algo innato en mí, tú me hiciste rebelde, bah…me trataste de enseñar la verdadera libertad.

Y te confieso: me dio miedo, al principio me dio miedo y después…después también.

Ivonneque , ni siquiera aprendí a ser libre cuando te fuiste, solo supe de golpe y porrazo qué cosa era la soledad. Esa obstinada soledad que ya no me abandonó.

Ivonneque…quisiste dejarme algo tuyo cuando te fuiste: (se toca el cuello) Una vértebra. Tal vez para recordarme que vertebraste mi vida con fuego. Tal vez para…pero…ya no importa para qué. Ahora, en la esquiva línea del horizonte me esperas. Yo sé que me esperas. No puede ser de otra manera.

He estado todo el tiempo meditando o premeditando sobre lo que va a suceder. Es temprano…el sol todavía no calienta pero yo siento su caricia…Estoy pisando el mar, no el mar de las dudas o de la desesperación o de la impotencia…Entraré al mar amado, cuyo abrazo me consuela, este mar acogedor y amigo que atravesaré para llegar a ti.

El mar… es lo primero que veo cuando despierto, y lo último que veré cuando me duerma. *

Le Corbusier ( Charles Edward Jeanneret. 1887-1965)

Figura polémica si las hubo, transitó por la creatividad y el escándalo. Aclamado y denostado en igual medida, tanto por sus obras y concepción arquitectónica, de inusual originalidad y audacia, como por su desinhibida forma de vivir. Pintor, escultor, poeta, maestro, arquitecto…simplemente un genio, equiparable a los polímatas del renacimiento. Muy enamorado, se casó con Ivonne Gallis, fallecida en 1957, nunca olvidada. Su última morada, de sorprendente sencillez, estaba frente al mar en Provenza, Francia. Allí, según algunos, murió por causas naturales. Según otros, eligió partir.

* Este monólogo obtuvo el primer premio (Teatro) en el Concurso convocado por la S.A.D.E. en 2019.   

Fotografía: