Por: Gabriel Arcaría –
Los cambios tecnológicos, sociales y culturales que se produjeron en las últimas décadas en Latinoamérica, referencian los cambios políticos de una nueva generación de liderazgos que intentan imprimir una nueva visión de la realidad social.
Luego de las épocas dictatoriales en América Latina, seguidas de oleadas neoliberales que dejaron tras de sí crisis económicas sin precedentes en la región, se produjo una activación política de los jóvenes, siendo esta una de las grandes novedades del Siglo XXI.
Este fenómeno es visible a grandes rasgos a lo largo y a lo ancho del continente, y también del mundo. Los estudiantes Chilenos que comenzaron a movilizarse alrededor de temas puntualmente educativos, llevaron sus quejas a todos los estratos de la sociedad, demandando un cambio de paradigma político en el país trasandino. En Perú, movilizados por la muerte de dos compatriotas de temprana edad, los jóvenes dejaron en evidencia el hartazgo de muchos peruanos con respecto a su clase política. Luego de la crisis económica del 2001, con más de la mitad de la población sometida a los estragos de la pobreza, en Argentina la nueva generación de dirigentes políticos comenzó a establecerse desde las organizaciones kirchneristas, en busca de una nueva igualdad de oportunidades.
Podemos extendernos sobre la manera en que estos fenómenos se dan en España, con el movimiento de los “indignados”, en Egipto y Túnez, con el mayo árabe, o en Estados Unidos, con el movimiento “Black Lives Metter”. Pero las realidades socio-económicas-culturales de la región, marcan un modelo político similar entre sus países y muy distinto al resto del mundo, al igual que el concepto de juventud. La juventud es una creación social, se puede puntualizar entre el periodo que va de la niñez a la adultez, siempre resultado de una serie de procesos históricos precisos y analizables. El trato de las juventudes alrededor del globo es distinto, tanto como la posición social y política. Es pertinente circunscribir el análisis a nuestra región.
Por ello trataremos de dar respuesta a las preguntas surgidas del proceso histórico de una nueva era en la cual nos sumergimos de manera progresiva, pero al ritmo de la juventud: ¿Cuáles son los contextos que favorecieron la vuelta de las juventudes a la política? ¿Cuál es la influencia de los liderazgos progresistas que desde comienzo de siglo ganaron el panorama político en las juventudes latinoamericanas? ¿Qué influencia tuvo las nuevas tecnologías y las redes sociales, que permiten un tipo de movilización social nunca antes visto?
Chile
La primera movilización de estudiantes chilenos, el 28 de abril de 2011, fue convocada en rechazo de la modificación de los estatus de la Universidad Central. Junto con la indiferencia del gobierno nacional al reclamo estudiantil, las movilizaciones se fueron replicando en distintas ciudades chilenas, sumando de a poco a organizaciones sociales, movimientos y partidos políticos de izquierda. En el año 2019 se produjo un gran estallido social, luego de una suba en el transporte público, con diversas concentraciones masivas entre octubre y febrero de 2020, llamando la atención del mundo ante lo masiva y vigorosa que fue la movilización, sumado con la fuerte represión del gobierno de Piñera, que genero el rechazo generalizado de la clase política en nuestro continente. La protesta, que comenzó por un tema puntual y netamente estudiantil, se fue ampliando hasta articular un planteo mucho más general de rechazo al modelo educativo y, posteriormente, político y económico de Chile, que surgió en la dictadura de Pinochet.
El liderazgo de las primeras movilizaciones estuvo a cargo de Camila Vallejo, hoy Diputada Nacional, pero las posteriores no contaron con un referente político claro. Más bien fue los procesos democráticos progresistas en los países vecinos, ampliando los derechos para las mayorías, lo que el pueblo chileno tomo como referencia para su protesta. Los jóvenes chilenos hicieron tambalear al gobierno, al modelo y a la constitución, tanto que el Plebiscito Nacional del 2020 para que se redacte una nueva carta magna, tuvo una aprobación de casi el %80 de los votos. Sin lugar a dudas, las nuevas generaciones impulsaron nuevos vientos de cambio en la política chilena.
México
Como en Chile, los estudiantes también recuperaron su protagonismo en México. En el año 2012, consecuentemente con la desinformación de los grandes medios de comunicación mexicanos (donde la cadena Televisa es la mayor operaria) con respecto al candidato Peña Nieto, muchos jóvenes comenzaron a combatirla mediante las redes sociales, en especial YouTube, con videos que iban desde la denuncia de las mentiras declaradas por el candidato, hacia la verdadera visión que tenían sobre sus políticas.
Organizándose en las mismas redes sociales, se movilizaron en repudio de la tergiversación de los medios de comunicación, reclamando la democratización de la información. La demanda se politizó, conglomerándose en el candidato de la izquierda Lopéz Obrador. Aunque su protesta no alcanzó para torcer el resultado final de las elecciones (Peña Nieto obtuvo la presidencia con el 38% de los votos), sentaron las bases para el liderazgo de López Obrador que lo depositaria en el cargo en la siguiente elección.
Perú
La crisis política que actualmente se suscita en las tierras peruanas, producto de la destitución del Presidente Martin Vizcarra, por parte del Congreso de la Republica, consta de una sedimentación de desencanto que se formó a través de las décadas y que tiene que ver con los problemas estructurales de democracia en este país. Las constantes inconsistencias de políticas gubernamentales y los sinfines de hechos de corrupción, a través de la mayoría de los gobiernos elegidos en Perú, acrecentaron el descontento social de los peruanos con sus políticos y las posibles soluciones que se plantean para salir de la crisis económica y sanitaria que vive el país.
Nombrado como reemplazante del depuesto presidente Vizcarra, Manuel Merino asumió el mando de la presidencia, pero a pocos días de la asunción, diversas movilizaciones en contra de esta estructura política fueron reprimidas severamente dando como nefasto resultado la muerte de dos jóvenes (Inti Sotelo Camargo, de 24 años, y Bryan Pintado Sánchez, de 22), 100 heridos y algunas organizaciones denuncian que hay decenas de personas cuyo paradero se desconoce.
Tras las protestas, Manuel Merino renunció a su cargo, sólo cinco días después de haberlo asumido. Las movilizaciones fueron protagonizadas por las juventudes peruanas, organizadas a través de las redes sociales, en especial de la novedosa “TikTok”, dando a las claras la importancia de las nuevas tecnologías en la movilización social.
Argentina
La crisis económica del año 2001 sumergió a más del 66% de la población argentina en la pobreza, desatando fuertes movilizaciones sociales desencantadas del gobierno (de De La Rúa) y de todos los políticos en general, por los diversos hechos de corrupción y las décadas de sometimiento a una estructura económica que devasto la industria nacional, y por lo tanto, el empleo. Las masivas movilizaciones tuvieron el saldo de 39 muertes, cientos de heridos, vacíos de poder y una generación que marcó profundamente su desencanto con la clase política.
En el año 2003, Néstor Kirchner asume la presidencia, luego de resultar victorioso en una elección donde obtuvo la menor cantidad de votos para un ganador de elecciones presidenciales en la historia de la democracia argentina. El kirchnerismo forma parte de una tendencia de giro a la izquierda que cruzó en la primera década del siglo XXI casi toda Sudamérica. Poco a poco, con el diseño de políticas públicas destinadas a la reconstrucción económica del país, la generación de empleo y la asistencia a los sectores más postergados, sumado a la decisión de la no represión de la protesta social y las políticas de reparación de desigualdades y la generación de nuevos derechos, el kirchnerismo fue sumando adeptos a lo largo de todo el país, en donde la juventud se veía identificada con este cambio generacional de la política.
La efervescencia juvenil multiplicó las organizaciones militantes enroladas con el gobierno, siendo La Cámpora la síntesis del desarrollo. Comenzó a organizarse en el 2003, con el ascenso de Kirchner y bajo el impulso de su hijo Máximo, siendo hoy en día una de los principales partidos de la coalición gobernante, con figuras representativas a lo largo de los ministerios nacionales y provinciales, el ANSES, PAMI, la Cámara de Diputados y Senadores.
La amplitud de derechos que fueron adquiriendo las juventudes argentinas a lo largo de los gobiernos de Néstor y Cristina, junto con la obsecuencia de los dirigentes de la nueva generación progresista en nuestro país, dieron los fundamentos necesarios para la organización militante de los jóvenes, evocando las raíces del peronismo, y que se consolidaron con la asunción de la Ofelia Fernández como la legisladora más joven en Latinoamérica (19 años).
Movimientos Feministas
Claras son las dificultades que las mujeres tienen en las sociedades latinoamericanas. Los nuevos movimientos feministas en la región han desarrollado diferentes estrategias para incidir en las políticas públicas, para lograr el reconocimiento de derechos, su efectiva materialización y para modificar la perspectiva patriarcal imperante en las acciones de los Estados.
En Argentina, el movimiento “Ni Una Menos” y posteriormente la movilización de las mujeres por el derecho al aborto y el colectivo de Actrices Argentinas, son muestra de cómo los nuevos tiempos políticos están dando una nueva preponderancia del papel de la mujer en la vida social en general, y en la vida pública en particular, con el desarrollo de políticas inclusivas de género, como el cupo laboral, la distribución homogénea en las listas de candidatos para las elecciones y la nueva categorización penal de los crimines de género, sumado a otros derechos novedosos, no imaginados sin la movilización de las mujeres jóvenes, cansadas del detraimiento de su rol en la sociedad producto de generaciones sometidas al patriarcado.
Las denuncias de las jóvenes manifestantes en Chile por los abusos sexuales cometidos durante la represión de las protestas sociales de parte de las fuerzas de seguridad, han sido un clivaje de reclamos que atraviesan las distintas injusticias que se dieron a las mujeres a lo largo del vecino país.
El cambio cultural y social que se avecina, es un producto político de la movilización de las mujeres, desarrollada a través de las redes sociales, donde su poder de demanda se ha magnificado y transmitido de manera más masiva.
Las redes sociales
Las redes sociales, para esta nueva juventud latinoamericana interesada profundamente en la política, funcionaron como plataformas organizativas fuera del alcance de las fuerzas de seguridad y como estructura de demanda lejos del monopolio informativo de los medios de comunicación en la mayoría de los países.
Las nuevas tecnologías dieron al alcance de la mano de millones de jóvenes en la región, la posibilidad de organizarse de manera masiva, alejado de las censuras de los medios, algo que décadas anteriores solo era posible mediante la panfletaria y algunos medios poco populares que quitaban la espontaneidad de la organización y en algunos casos confundían a los concurrentes para diversificar la demanda. El uso de hashtags, las publicaciones en redes con la posibilidad de darle “me gusta” y comentarlas, las nuevas plataformas con trasmisiones en vivo de las movilizaciones, fueron cruciales para romper la censura informativa y denunciar los atropellos autoritarios, con la posibilidad de grabar videos y subirlos rápidamente a las redes. Esto a su vez produce un efecto domino, ya que el hecho de ver a personas iguales a uno protestando por sus mismos derechos, generaba el acompañamiento necesario.
Tal es la importancia de las nuevas tecnologías en la comunicación, que la dirigencia política tuvo que adaptarse, y hoy en día se ve a los líderes respondiendo a través de sus redes, en un contacto directo con la sociedad y con las juventudes en particular. Las campañas de desinformación no se escapan de la mala utilización de esta herramienta, pero a su vez genera una mayor conciencia sobre la importancia de la confirmación de fuentes y de la denuncia de la manipulación de la información, algo que en la época de la mayor masividad de los medios de comunicación, era imposible de pensar.
A modo de conclusión
El liderazgo político es una creación social, en la que el elemento central es la aceptación del mismo por parte de los seguidores. Las juventudes latinoamericanas tienen un poder de adaptación sin igual de las corrientes progresistas que intentan desarrollar políticas adecuadas a sus demandas. El acompañamiento de los jóvenes resalta esa relación social, enmarcando a las figuras de los líderes en personas que entienden sus pareceres y que se conectan con ellos mediante las nuevas tecnologías. Sin embargo no podemos dejar de observar que se haya distintos matices relacionados a los contextos propios de cada país latinoamericano.
Entonces ¿Qué hay en común los distintos movimientos analizados, los liderazgos progresistas latinoamericanos y las nuevas formas de comunicación, con las juventudes políticas? Podríamos decir que en primer lugar se trata de expresiones políticas criadas en un contexto totalmente democrático, antecedido por épocas de oscuras dictaduras y desarrollo de políticas económicas que iban en detraimiento de las clases populares. Estas nuevas juventudes fueron criadas bajo el Estado de derecho, en el marco del respeto de las minorías y con la posibilidad de un golpe de Estado lejos de la vista. Todo esto les da la libertad de actuar en consecuencia de las necesidades y la visión de un mundo (su propio mundo) mejor. La violencia no es un recurso valido para las protestas, por lo tanto la movilización masiva generada en la espontaneidad de las redes sociales, favorece que su reclamo se diversifique a abrace a otros estratos sociales.
Descontentos con las medidas neoliberales, con el fantasma del autoritarismo y con las visiones políticas de un mundo cada vez más globalizado, la juventud latinoamericana tiene la posibilidad única de cambiar como nunca los paradigmas de la democracia, adaptando los liderazgos a la nueva era, y profundizar sus convicciones para tener la oportunidad de rejuvenecer a la política.