Las nuevas formas de leer: un verbo que requiere reformulación

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

La red ha generado la aparición de nuevas formas de lectura gracias a las dinámicas hipermediales, a la proliferación de pantallas y a las formas que adopta ese consumo cultural. Estas nuevas prácticas han ido suscitando diferentes reflexiones, acaso deudoras del prolífico mal entendido denominado “nativos digitales”. Es sencillo comprender que hay una ampliación tan extrema del término leer, que bastaría abrir los ojos para hacerlo. Si aceptamos esa premisa, se podrá comprender que hay teóricos que sostienen que se ha incrementado el tiempo de lectura, si se considera que toda interacción con otra persona, interfaz o contenido supone algún tipo práctica semejante. La cuestión estriba entonces en cómo se conceptualiza. Si leer supone adentrarse de forma concentrada en un texto o si basta con mirar una pantalla, el celular y participar en un chat para cumplir con el requisito establecido.

Francisco Albarello en su libro “Lectura transmedia” recupera dos categorías para analizar esta dicotomía y además para establecer su posicionamiento.  Propone hacer una distinción entre una lectura lineal y otra transmedia. La primera (es aquella que mejor conocemos) se ligaría a un tipo de inteligencia secuencial; la restante se denomina inteligencia simultánea, dada su potencialidad de abarcar diferentes registros visuales en la misma fracción de tiempo.  El nuevo ecosistema de medios – afirma el autor – obliga a reformular cuanto sabemos sobre el acto de leer. Un joven cuando observa las nuevas publicaciones en su muro, chatea con un amigo y revisa una noticia en un medio digital, está realizando una acción que requiere algunas capacidades de comprensión lectora. No hay dudas. También es cierto que no constituye un aporte al debate posar la vista en el pasado y suspirar lamentado lo perdido. Podemos aceptar que si la mayoría de los ámbitos, prácticas, saberes y procedimientos que están involucrados a la cultura (en su sentido más amplio y diverso) han tenido transformaciones por el avance de la digitalización, la lectura no podría suponerse ajena a esta circunstancia. Sin embargo, y sólo en el afán de ofrecer un interrogante, quisiera señalar que se debería establecer una diferencia en torno al objeto de la lectura. Es decir, la acción supone la existencia de algún texto – en cualquier soporte y lenguaje – pero, no resulta válido suprimir las desigualdades que existen respecto de los materiales pasibles de ser leídos. No es lo mismo ocuparse del pronóstico del tiempo, de un hilo en Twitter y de un mensaje en Instagram que enfrascarse en la interpretación de un pasaje de la Divina Comedia o de una obra de Foucault. Y no me refiero a posar los ojos sobre los párrafos, casi de forma indolente, sino en escudriñar sus formulaciones para adquirir una experiencia estética o una idea compleja sobre el poder.  En esos casos es poco probable que alguien pueda construir un sentido sólido mientras es perturbado por estímulos a cada momento. Y lamento que no sea así, pues estaríamos hablando de un salto cualitativo enorme en la evolución de las capacidades intelectuales de las nuevas generaciones. Si fragmentar la atención ante estímulos fugaces, paralelos y multimediales es leer. Habrá que buscar un nuevo verbo.