La teoría veloz o cómo se usa la adivinación para explicar el presente

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UDE – Universidad Siglo 21 –

Estamos en la época de los teóricos apurados, la vorágine que caracteriza nuestra relación con las tecnologías (la insalvable celeridad procedimental) ha impactado en la producción intelectual: cada nuevo dispositivo, desarrollo informático o fenómeno social posee, a veces en cuestión de días, diferentes obras que no sólo pueden explicarlo sino que además nos indican cómo debemos comportarnos para aprovecharlo. Un prodigio de la aceleración de la mente humana.

 Las consecuencias sociales, culturales, políticas y económicas de la inteligencia artificial, de la robótica y de las criptomonedas parece estar al alcance de cualquiera, no importa cuántas investigaciones haya realizado, leído y contrastado con otros académicos, basta un repaso general de su historia, algunas menciones a casos de éxito y alguna denominación particular que llame mucho la atención y listo: ya tenemos un libro para vender. Aunque diga poco y en un mes nadie lo recuerde. Porque aunque no es un axioma, bien podría serlo: aquello que se escribe con apuro se lee en las mismas condiciones.

El afán por caracterizar con rapidez también afecta a nuestra relación con la red, hay autores incluso que son capaces de publicar un libro por año para darnos explicaciones acerca de actividades que aún no hemos hecho, pero que ya se muestran con claridad para ellos. Hay autores que a la vez que afirman que la incertidumbre es una cualidad inherente a nuestra contemporaneidad, proponen estrategias para actuar y obtener éxito. Mayor contradicción no parece posible alcanzar y sin embargo, no cesan en sus alocuciones estruendosas. Hablar más alto o decir muchas veces lo mismo, sigue considerándose una metodología válida para acercarse a la notoriedad, y quien es famoso tiene la legitimidad de hacer de su versión una verdad para el resto. Es por eso que se dedican tantos esfuerzos, muchos más que a las ideas que se proponen.

Por último, es preciso consignar a quienes a partir de una módica aproximación a una plataforma y munidos de algunos conceptos tratan de elaborar una explicación total. Por ejemplo, se analiza el consumo de noticias en Facebook, estudiando la interacción que se genera con cincuenta perfiles y a partir de esos resultados se elabora un enunciado que no se conforma con dar cuenta de los hallazgos sino que tiene la irrefrenable pretensión de establecer de qué forma nos relacionamos en las redes sociales, cómo consumimos información, como nos entretenemos e incluso de qué forma el poder (sí, hay muchos que siguen insistiendo en denominarlo en singular, se nota que Foucault les queda lejos) nos domina y moldea nuestra subjetividad. La urgente necesidad de ser el primero en denominar, acaso con el deseo de ser citados, los obliga a renunciar a la modestia que debe regir la producción de conocimiento en ciencias sociales.

Si consideramos cuáles han sido los textos que mejor han podido explicar a la modernidad, podremos acordar que han sido elaborados una vez que habían transcurrido décadas o incluso en sus últimos años. Por lo tanto, habrá que seguir esperando. Ninguna categoría se anticipa a las condiciones sociales de su existencia.

Fotografía: Archivo web.