La televisión subsiste como tecnología, pero agoniza como medio

Profesor Dr. Luis Sujatovich – Universidad Siglo 21 – UDE –

La televisión subsiste como tecnología, pero agoniza como medio. Las posibilidades que ofrece la red para acceder a la mayor variedad de contenidos audiovisuales de la historia de la humanidad, se ha vuelto un obstáculo insalvable. El modelo de la difusión, uno a muchos, tampoco ha contribuido a su sostenimiento: la rigidez de la grilla de horarios impide que las nuevas generaciones se interesen por su oferta. Nadie está dispuesto a esperar una semana para acceder a un capítulo, si puede verlo a su antojo y con las interrupciones que necesite.

Mirta Varela, en su libro “La televisión criolla” publicado en 2005 ofrece una distinción muy oportuna: señala que en sus comienzos, allá por 1950, surgió primero el televisor, en tanto tecnología y luego se fue creando la industria que permitió su adopción por parte de la sociedad. Esta diferencia nos remite, acaso sin advertirlo, a nuestros días. La televisión no tiene más que el pasado para pensar su existencia. Si bien su hegemonía no fue tan feliz, dado que la videocasetera y el sistema de cable supieron competir, quitándole el monopolio del consumo de películas en el hogar y luego, la expansión de la oferta a temáticas que no podía alcanzar. El grado de detalle que propone un canal de gastronomía es inaccesible para cualquier programa de la televisión abierta. Y, una vez que las audiencias comenzaron a poseer injerencia en la organización de la oferta, no se resignaron a continuar como el eslabón menos valorado de la producción mediática. El zapping debería considerarse un antecedente necesario para la conformación de los prosumidores.

Los televisores se venden como monitores, no como pantallas. Es decir, su valor de mercancía está determinado por las posibilidades que ofrece para conectarse a la red. Es un dispositivo que cifra sus expectativas en aquello que puede aportar para suscitar una mejor experiencia de  conexión y no para acceder a sus canales.  ¿O acaso las enormes cajas de los televisores no traen las publicidades de las plataformas más famosas?  Hasta en los controles remotos figuran botones específicos. Es curioso, pero ese afán publicitario no se encuentra en los teclados de las computadoras. Podría interpretarse como una estrategia de marketing o, tal vez, como un recurso para estirar la agonía de un medio que sólo puede subsistir como dispositivo para  ingresar a otro.

La televisión agoniza con toda su carga discursiva, con sus géneros, con sus lógicas de producción y con la tan debatida influencia. El medio predilecto de las críticas culturales y académicas, de derecha y de izquierda, está dejando sin libreto a muchos. Por supuesto que no es un problema, cambian en sus manuscritos algunos términos y avanzan como antes. Es más sencillo censurar que tratar de comprender, ¿no es cierto?

Los televisores, como algunos teatros y salas de cine, se han transformado en espacios que albergan contenidos que ya no les pertenecen.  Miramos el televisor, pero no nos interesa la televisión.