La performatividad en la red: interpretaciones que riñen con los hechos

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

La capacidad performativa del lenguaje ha encontrado en la red el contexto más propicio para su expansión. La posibilidad de que un enunciado cualquiera tenga la potencia de crear una realidad a su antojo no es novedoso, ya que desde la década del ´60 diversos lingüistas han estado realizando estudios para comprender sus cualidades. Sin embargo, el auge de las redes sociales ha incrementado su presencia hasta convertirla en una práctica cotidiana. Asimismo hay que señalar que el cambio cultural que supuso la posmodernidad también colaboró: la retórica individualista que pretende cifrar en la búsqueda de la felicidad en las propias acciones y pensamientos, sin dudas conforma un sustento muy eficaz. ¿Quién no ha leído que vivir mejor depende de los pensamientos? De esa forma, el contexto y las circunstancias no tienen más valor que mis deseos. A pesar de la  acendrada ridiculez de este postulado, su difusión no decrece.

Es comprensible que frente a una gran crisis haya mayor permisividad para la construcción de argumentos endebles en pos de brindar un entorno menos hostil, al menos desde la red y los medios de comunicación.  El problema se suscita cuando o las crisis son muy prolongadas o no hacen falta para que nos volvamos pródigos en lecturas performativas. La política y la historia parecen conformar los temas en los cuales se privilegia esta particular estrategia discursiva. Un caudillo del siglo XIX, sangriento y de notable tendencia centralista en favor de la hegemonía de Buenos Aires puede ser considerado como un federal de renombre y prestigio nacional. Un video mostrando flagrantes hechos de corrupción puede ser discutido hasta el hartazgo, proponiendo estratagemas inauditas, pero que en la red prosperan. Quizás se trate de un entretenimiento y sean pocos los que se lo tomen en serio. Es muy probable que en el fuero interno algunas aseveraciones tampoco encuentren asidero, pero pocos se atreven a decirlo.

¿Cuántas dimensiones puede contener un hecho? ¿Y cuándo las consecuencias no son las esperadas, (dado que no responden a mis anhelos), cómo se explican y asumen?  La imaginación es una virtud inestimable, pero si la extremamos caemos en el delirio, ¿no es cierto?

El notable filósofo alemán Friedrich Nietzsche acuñó la célebre frase: “no hay hechos, solo interpretaciones”, demostrando así su genialidad y su capacidad de advertir el desmoronamiento inminente de las estructuras modernas que habían erigido al conocimiento racional (iluminista-positivista) como el único ejercicio intelectual valido. A 121 años de su muerte, no quedan dudas de la permanencia de su obra. E incluso sería posible proponer que la fuerza inusitada que han cobrado las interpretaciones las han convertido en hechos, y los hechos apenas datos que pueden manipularse para sustentar la versión que mejor se acomode a nuestra voluntad.  El problema es cuando algunos de los componentes de la realidad se empecinan en no ajustarse a mi relato. Es cierto que puedo reformularlo, pero no basta. Aunque la materialidad de cada acontecimiento dependa de la subjetividad, siempre quedará algo fuera. Y con eso no hay forma de lidiar.