
Dr. Luis Sujatovich – UNQ . UDE –
Una de las frases más famosas de los estudios en comunicación pertenece a Marshall McLuhan y es casi una cita obligada para gran parte de los programas universitarios y también en las conversaciones de los estudiantes. ¿Quién no ha escuchado o leído “El medio es el mensaje”? La efectividad de su formulación radica más en la brevedad, en la tradición extranjerizante de nuestra formación superior y, acaso también, en la escasa consulta en los textos del autor. Por eso es que hay más referencias que análisis y muchas menos críticas. Sin embargo, ese cuidado no proviene tanto de la veracidad de sus afirmaciones sino más bien de la legitimidad que posee gracias a múltiples factores en los que también debemos mencionar su procedencia. Si es extranjero, se lee primero, ¿no es así? Pero hay un aspecto significativo que abordar y está relacionado con el sentido de su formulación: si el medio es el mensaje, ¿importa el contenido? ¿Y las instancias de recepción?
Si todo el proceso comunicacional se cifra en el medio, la pregunta por el sentido es inútil o de fácil respuesta. Vendría dado por el soporte (digital o analógico) y por las reglas de enunciación del medio en particular. Por ejemplo, un video publicado en Youtube no importa cuál sea, será consumido de la forma que la comunicación digital audiovisual la establece. Por supuesto que hay dos comentarios que realizar, primero es de qué forma el medio establece que debe ser consumido y segundo por qué se borrarían todas las diferencias culturales, sociales y económicas de los sujetos que participan de la observación. Para lo primero McLuhan propuso una distinción entre medios fríos (televisión, teléfono, conversación) y clientes (prensa, radio, cine). Los primeros, según el autor, indicen a la participación, los segundos a la pasividad. Es curioso que la televisión sí estimule la acción y el cine no. Pero estaría justificada la diferencia porque cada medio es el mensaje. Es evidente que en esta teorización (es importante recordar que muchas verdades comunicacionales no son producto de la investigación sino de la imaginación) estamos ausentes. Es decir, es una explicación sin personas, sin realidades, sin comprobación fáctica. Y sin embargo, sigue siendo casi un dogma.
La contraposición que emerge con toda potencia es la mediación, según Jesús Martín Barbero. Su categoría de estudio de los procesos comunicacionales está enraizado en las particularidades culturales, responde a una investigación para su tesis doctoral y se propone abordar la construcción de sentido de los sectores populares frente a los mensajes mediáticos. Sus aportes refieren a un universo de sentidos, apropiaciones y resignificaciones que no pueden resumirse a ninguna fórmula, es más bien una epistemología comunicacional que busca crear las condiciones para que se revele aquello que no sabemos. Por eso es que la mediación es el mensaje. Es más importante la interpretación que el contenido, por eso el medio no es más que un elemento condicionante pero que no clausura ningún sentido. McLuhan pone sus expectativas en la tecnología, Martín Barbero en las personas. Más que un debate, es una cuestión de principios.