Por R. Claudio Gómez –
Días atrás, la biblioteca del Círculo de Periodistas de La Plata ofició de escenario para la presentación de un curioso y escueto libro sobre similitudes y diferencias entre Juan Bautista Alberdi y Javier Milei. No sólo en el plano intelectual, sino también en el mundo de sus actitudes y sus gestos.
El libro ofrece una impactante portada: sobre la cartulina roja, imprime la ya recurrente frase del actual Jefe de Estado: ¡Viva la libertad, carajo! Debajo de ella, dice “Alberdi revisitado” y expone también una recortada figura del autor de “Las Bases…” en tono azulado. Abajo, a la izquierda, los autores: Natalie Goldwaser Yankelevich; Diego Fiscarelli, Clara Schor Landman, Daniel Caputo y Sergio Zabalza.
La explicación de este texto, tan curioso en su concepción, fue quizás el más importante aporte a los asistentes al encuentro. Es que en este universo raído por las antinomias las sospechas llegaron un rato antes que los autores a la ciudad. El mundo de los interesados en este tipo de ensayos resulta siempre un poco refractario a los intentos de ecuanimidad.
Lo cierto es que este libro explica en pocas páginas, mejor que otros análisis sesudos, la concepción del Estado que ambos protagonistas profesaron o profesan, según el caso. No es necesario avanzar sobre ese tópico, queda el asunto para los eventuales lectores. Sí es necesario mencionar que ambos personajes -según los autores- tienen una condición común, el personal rencor a un Estado que -piensan- no supo reconocer su capacidad política.
Ambos son dueños de un duelo con una Patria que no los admiró, que acaso ni siquiera los advirtió oportunamente y por eso la confrontan en su núcleo frágil, que no es otro que los reiterados fracasos del Estado para hacer felices a sus ciudadanos. Para ellos el Estado es lo mismo que la Patria. Y “ambos, sí, Alberdi y Milei, desconfían del pather (padre) de la patria, de la tierra de los padres”, dice a obra.
Entre otros rasgos sicológicos, el libro revela que Alberdi fue tutelado fundamentalmente por su hermana Tránsito, tras la muerte de sus padres, al tiempo que compara su desapego al concepto de Patria con el de Milei quien gobierna con “el jefe”, que no es otra que su hermana Karina.
“Tránsito, como Karina, son el vínculo fundamental entre la supuesta realidad, la tierra o terra incognita, y el exterior”, señala el tercer párrafo de la página 24 de este ensayo imprevisible. No vamos a desvelar más. Baste decir que el libro podría haber sido titulado como “Historia de dos venganzas”. El análisis es menos importante que las perlas históricas que el texto une como cuentas de un collar.
Editado por Milena Caserola, vale la pena parar en este texto si uno tiene el propósito de constatar la existencia de los ciclos políticos o para convencerse de que tal vez las especies no evolucionan, sino que cambian de máscaras y suelen utilizar patillas en cada aparición.