Como Adán y Eva

Escrito por Hugo Gariglio y Greta Lapistoy

Si escuchamos a artistas como Enrique Pinti, que hace una revisión de nuestra historia en todos sus espectáculos, tenemos la sensación de que no hemos aprendido nada de nuestra historia argentina. Pero podríamos remontarnos miles de años atrás para comprender que tampoco hemos cambiado muchas actitudes desde el comienzo de la vida, según la cultura judeo- cristiana.

Cada vez que nos sucede algo inesperado, ante todo si no es de nuestro agrado, en vez de sentarnos a reflexionar le echamos la culpa al otro. Una actitud que pareciera estar ya arraigada en nuestras venas y de la cual no podemos librarnos.

Los últimos días, meses, años e incluso décadas vemos a políticos, periodistas, encuestadores y hasta ciudadanos explicar cada acontecimiento sin ningún indicio de autocrítica. No hay distinciones de banderas políticas, ni de clases sociales, ni de ninguna otra categoría en que podríamos agrupar a personas con una capacidad de autocrítica nula. ¿Será ésta una característica humana universal?

Según el Génesis, Dios le prohíbe a Adán comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. No sólo se lo prohíbe, sino que le anticipa que será castigado con la muerte en caso de desobedecerlo.

Todos conocemos cómo termina la historia: Adán come el fruto prohibido. Pero cuando Dios le pregunta si había comido del árbol del conocimiento; la respuesta del “Primer Hombre” creado en la tierra1 es: -La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él-. Por lo cual, Dios debió seguir interrogando para corroborar con Eva si era cierta la versión de los hechos que había dado Adán. La pregunta exacta fue: -¿Cómo hiciste semejante cosa?-. La mujer respondió: -La serpiente me sedujo y comí-; en ese momento de la historia parece que los anfibios hablaban pero no lo suficiente para dialogar con el mismísimo Dios. Así que el reptil no tenía posibilidad de desmentir o aseverar lo dicho por la “Primera Dama”. Hoy diríamos que la coartada de Eva era casi perfecta.

Pero esa no es la cuestión, porque al final hubo castigos para los tres sin posibilidad a indulto futuro. ¿Cuál es el aprendizaje entonces que no aprehendemos todavía?:

1- Que TODOS tenemos (excepto en situaciones donde nuestra vida está en peligro) la posibilidad de decir que si o que no a los consejos u órdenes de otros. Esa es la verdadera libertad de la que tanto nos gusta alardear pero no sabemos llevar a la práctica.

2- Que echarle la culpa al otro no nos salva del castigo.

Tal vez deberíamos comenzar a reflexionar antes de responder e incluso de actuar. Si comprendemos que no es cuestión de culpas sino de responsabilidades; si entendemos que no siempre hay castigos pero sí siempre hay consecuencias, entonces quizás un día dejemos de ser como Adán y Eva….

¿Nos entendiste? Mejor te hacemos otra pregunta. ¿Nos explicamos bien? Pensarás qué diferencia hay entre una pregunta y la otra. Hay mucha, porque si no nos entendiste sería tu culpa pero si no nos expresamos bien, es nuestra responsabilidad. Y como queremos ser mejor que Adán y Eva, preferimos hacernos cargo de lo que decimos y hacemos.

Así de a poco, asumiendo en cada pequeño detalle nuestras responsabilidades quizás seamos los ciudadanos que la sociedad está necesitando. Ya no estamos en el Edén; así que los Adanes y las Evas no deberían habitar en la Argentina de hoy.

Hugo Gariglio2 y Greta Lapistoy3

1 Según el Génesis del Antiguo Testamento.
2 Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales.
3 Licenciada en relaciones Publicas.