Había un padre

Alejandro Sánchez Moreno* –

Douglas Sirk para ver a su hijo tenía que ir al cine. En los cincuenta hizo unas películas bárbaras en Estados Unidos. Eran unos melodramas terribles con Rock Hudson como figura principal. Usando una historia de amor como fondo no dejó nada en pie. El racismo, los prejuicios, la hipocresía, las diferencias sociales, fueron algunos de los temas, demolió el sueño americano. Una de sus películas, Imitación a la vida de 1959, tiene uno de los finales más estremecedores del cine. Fernando Martín Peña de Filmoteca dice que si no te emocionas ahí es porque estás muerto. Nació en Alemania, en la ciudad de Hamburgo, cuando estaba terminando el siglo diecinueve. Antes de dedicarse al cine tuvo una carrera fenomenal en el teatro. En la muestra de una obra conoció a Hitler. Lo consideró tan estúpido que pensó que no llegaría a nada. En 1925 tuvo un hijo, a los pocos años se divorció. Su esposa se hizo nazi y arrastró al pequeño con ella. Lo anotó en las juventudes hitlerianas y se convirtió en una estrella infantil del cine nazi. Varios factores se juntaron para que Sirk se distanciara de él: su segunda esposa era judía, su ex mujer consiguió una prohibición judicial de acercamiento y él no simpatizaba con los nazis. En una ocasión se enteró que estaba en un plató cercano. Quiso acercarse y los matones nazis se lo impidieron. Sirk esperaba los estrenos de las películas para verlo. Esta situación demoró su salida de Alemania hasta que no pudo más. El hijo había zafado de la convocatoria a combatir, cuando la guerra se inclinó a favor de los aliados fue movilizado y murió en el frente ruso. En 1958 hizo una película: Tiempo de amar, tiempo de morir. Ahí imagino una vida para su hijo que no conoció. En una ciudad devastada por la guerra, familiares buscan noticias de los suyos en los tablones callejeros. Sirk cuando volvió a Europa buscó en los tablones pistas que nunca encontró.

Estoy trabajando en mi casa, recibo un mensaje. ¿Viste lo de Diego? Tardo un poco en mirar las noticias. Pienso que lo habrán internado de nuevo. Miro el diario por internet: murió Diego Maradona. La noticia que podía pasar en cualquier momento, pero que nadie esperaba.

Jorge hace años que no habla con el padre. Ni se acuerda porqué, si fue algo puntual o una acumulación de cosas. Seguro que fue todo a la vez. Se levantó pensando que sería un día igual a todos, por la ventana vio que estaba lindo. Miro el celular y estaba lleno de mensajes. Prendió rápido la televisión, la primera imagen que vio fue la de unas ambulancias en la casa de Maradona. Por ahí no murió, pensó. Pero enseguida todos decían: murió Diego Maradona. Se lavó la cara y mando un mensaje a su papá. ¿Viste lo de Diego pa? Sí, respondió rápido ¡Qué macana! ¿No? Si, una pena. Te quiero mucho pa. Yo también hijo.

Yasujiro Ozu vivió con la madre hasta la muerte de ella. No se casó y no tuvo hijos. Realizó las mejores películas de Japón y del mundo sobre las relaciones familiares. Sus películas son variaciones del mismo tema, incluso algunas las filmó dos veces. Escribió un diario: un día puso, “¿por qué tiene el hombre que busca el ruido cuando reina el silencio?” , otro día, “cuando bebo sake entro en un mundo donde todo se consume como la leña del hogar.”En 1942 estrenó Había un padre. Un profesor viudo vive con su hijo pequeño. En un paseo escolar un estudiante se ahoga, se siente culpable y abandona la enseñanza. Sin trabajo estable ya no pueden vivir juntos. Cuando se están por reunir sucede algo que los distancia. Finalmente, luego de la guerra, se van a encontrar en Tokio. El padre enferma y muere. El hijo con su esposa vuelven en tren al pueblo natal. Conversan sobre lo difícil que será ver a la familia. Él la interrumpe y le dice que ya hizo los arreglos para que su suegro viviera con ellos. No es bueno que la familia esté separada.

Confesiones de invierno de Sui Generis fue mi primer casete. Lo trajo mi abuela de Discos Luis. Hace unos años lo vi a Luis en el súper. Estaba muy viejo pero tenía la vitalidad de siempre. Escuchaba el casete en un radiograbador Hitachi que mi abuela compró en Aloise con crédito personal de seis cuotas. En aquel tiempo te daban el producto cuando pagabas la última. Hace poco escuché un reportaje largo a Charly García por YouTube. Contó de todo: como empezó, como conoció a Nito, que dejó la música clásica porque con eso no se levantaba ni una mina, de la colimba. En una parte cuenta del padre. Él creía que nunca lo había visto tocar. En un teatro un compañero de banda le dice: che está tu papá en la cola. Charly se asoma y espía. A la mañana se encuentran en el desayuno. Nadie dice nada.

Es la tarde y todos quieren volver. En un semáforo tres cuadras de cola: no puedo más, vivir en la ciudad, entre humo y soledad. Cambia la luz y pasan pocos autos. En la esquina un hombre sentado en una silla en la rambla, tiene un bastón, imagino que le cuesta caminar. De la estación de servicio sale un chico con un termo. Se sienta en el suelo y toman mate. ¿Es tu hijo?, le pregunto cuándo quedo cara a cara. Sí, me contesta. Sigo y ya no estoy tan enojado. Todos quieren volver a casa.

Hace poco leí Poeta chileno. Me gustó mucho, por las comidas, porque a la merienda reforzada le dicen once, por Violeta Parra, por el fan chop que es cerveza con fanta naranja. Aprendí palabras chilenas. Caleta es mucho, calugazo es un beso de lengua, pololos es un momento anterior al noviazgo, cuando son novios ya hay fecha de casamiento. Guagua es un bebe, la palabra tiene dos orígenes, por un lado viene del gua gua de los bebes cuando lloran, por el otro del mapuche. En el libro, Gonzalo y Carla retoman una relación. Carla está divorciada y tiene un hijo pequeño de un matrimonio que no duró nada. Gonzalo se muda con ellos y cría a Vicente como un hijo. Vicente ve a su padre biológico los fines de semana. A veces, su papá cancela el encuentro. Gonzalo pasa mucho tiempo pensando en la relación con Vicente. Se pregunta que es para él, un padre o un padrastro. Su vida entre los dos es de padre e hijo. Juegan a la play, van a ver a Colo Colo, pasean juntos, Gonzalo compra sus galletas preferidas. Un día Gonzalo y Carla se separan. Cuando se va de la casa no se atreve a saludar a Vicente. Durante años le envía correos que casi nunca contesta. Una vez Vicente le avisa que murió Oscuridad, la gata, te aviso porque sé que la querías mucho. Gonzalo vuelve a Santiago, una tarde entra en una librería y se encuentra con Vicente. Quedan en verse al día siguiente: caminan y hablan mucho. La noche anterior Vicente lee un libro de poemas de Gonzalo. Hay una poesía de un niño que juega en el parque. Vicente pregunta si el niño es él. En parte si y en parte no, contesta Gonzalo. Se van a comer a La alemana. El poema se llama Garfield:“Cada vez que un avión se cae/en cualquier parte del mundo/los diarios chilenos informan/si hay chilenos entre las víctimas. Pero mi hijo de cuatro años/no pregunta si murieron chilenos/pegunta si murieron niños”

Tengo que hacer mandados, le pregunto a Eugenio si quiere acompañarme así elige. Pienso que me va a decir que no. Mejor, digo por adentro mío, así hago más rápido. Me dice que sí. En la camioneta charlamos algo. En el chino nos dividimos. Antes de traer algo me consulta. Trae salchichas, hamburguesas y algunas cosas que le pido yo. Cuando estamos por terminar me dice que espere un cachito. Viene riendo por el pasillo con una gaseosa grande de tres litros marrón claro. ¿Sabes qué es? Claro, Manaos de guaraná.

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*Colaboración para En Provincia.

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