¿Estamos siendo instruidos o estamos siendo construidos?

El observador errante –

Estamos atravesando un período histórico muy difícil de comprender.

En él, se ha producido el desarrollo más significativo de la Tecnología y su aplicación a nuestras actividades.

No quiero abundar en los desarrollos de las comunicaciones que todos utilizamos o de los elementos de diagnósticos, medición, cálculos, medios de transporte y una infinidad de elementos que nos llevan (?) al confort, a la salud, a la prolongación de la expectativa de existencia o de vida (?), y otras tantas bondades (?).

La inquietud que me surge es si -verdaderamente- hemos evolucionado o involucionado.

Probablemente -al hacerme estas preguntas- y parafraseando a Groucho Marx, estoy dando certezas a mi condición de idiota, que mis semejantes sospechaban.

Con nuestro nacimiento como seres, traemos una carga genética y un conocimiento “oculto” que nos precede al nacer y se prolonga después de nuestra muerte.

Sin ningún manual de instrucciones tomamos de la teta de mamá, vamos desarrollando nuestro cuerpo, late nuestro corazón, hacemos la digestión, nos movemos a posiciones más confortables y vamos adquiriendo hábitos, costumbres, conocimientos que nos van llevando a ser como somos.

Hay una cierta inclinación a pensar que estamos siendo instruidos y que, como consecuencia, vamos escalando sobre una especie de cono hacia una presunta “cumbre” que sería la punta del cono, desde donde observamos hacia abajo a los menos instruidos, y, en otros casos (muy pocos) hacia arriba buscando nuevos horizontes.

Desde mi frondosa ignorancia me pregunto si estamos siendo instruidos o estamos siendo construidos. Mi resultado es que estamos siendo instruidos mínimamente para construirnos a criterio de los instructores.

Puedo recordar cuando empecé a leer y escribir y me sentía maravillosamente inmerso en una nueva sustancia, que mis maestras llamaban conocimiento.

No voy a negar mi admiración al comprender que los sonidos que ya conocía desde el llanto al nacer, las palabras que supuestamente habría pronunciado como “papá” o “mamá” se podían dibujar de tal modo que otros como yo comprenderían sus sonidos y significados.

Armar frases, presuntamente uno de los primeros efectos del aprendizaje debía ser el gran salto en mi entelequia, ya que podría “dibujar” mis pensamientos.

A poco de “avanzar” escribí una frase, “mi mamá es fea”, “mi mamá es mala”… Ese fue verdaderamente el comienzo de mi “construcción”, ya que la maestra -tremendamente asombrada y molesta, me indicó que no DEBÍA escribir eso, sino, “mi mamá es linda” o “mi mamá es buena” y, sin hesitar un instante, me puso frente a una señora que se llamaba psicopedagoga, que con dura dulzura y con mayor entusiasmo iba descubriendo parte de mi monstruosa personalidad.

Yo, intentaba explicarle con mis escasos recursos idiomáticos que muy frecuentemente era maltratado por mi mamá (cachetazos, cintazos, patadas y otras prácticas instructivas) para que “aprendiera” a ser un hombre de bien.

En un ejemplo de alianza de profesionales y madres se fueron dando cuenta del porqué de mis atrocidades.

Es que había nacido en una familia oriental, y había aprendido a escribir en ese idioma oriental, antes que en castellano, y … se escribe de derecha a izquierda (ahí hallaron la explicación “científica” de mis eventuales escrituras “en espejo”, ahí comprendieron porque “aef se amam im” o “alam se amam im”. Les llevó una “ardua tarea de casi seis meses que dejara de escribir en espejo y que además dijera “mi mamá es linda” o “mi mamá es buena”.

Van pasando los años y la construcción avanzaba, el león es malo, lo caliente estaba “tuto”,… muchos años, Sarmiento es padre del aula y es inmortal, los federales y los unitarios, la civilización y la barbarie y así… con el transcurso del tiempo fui a la facultad y tengo título universitario, que según el buen criterio, precede a mi ser, porque desde entonces, en lugar de ser “el observador errante” soy el Dr o el Ing. o el Lic Observador Errante.

Y hoy gracias a tanto y por tanto soy un ciudadano “instruido” y por lo tanto “libre” de elegir mi destino, con “algunas condiciones de borde”, esto que llaman “marcar la cancha”. Estamos en democracia, que “significa” que tengo la obligación de votar inexorablemente, con la posibilidad de votar en blanco o hacerme anular el voto (hipocresía) o elegir entre A, B, C, o D, que quien sabe quién digitó.

También me siento libre de ser ateo, agnóstico, apátrida, insensible, muy sensible, loco o cuerdo, pero para estar más de moda, mi deidad debería ser “la ciencia” y mi fé, “la suerte”.

Puedo elegir entre ir a una marcha convocada por los medios, por las redes sociales, por los dirigentes, por los buenos y por los malos. Puedo elegir cuidarme del Covid-19, o siniestramente diseminarlo entre quienes no quieren sufrir o morir.

Puedo ser un austero hombre que es feliz con lo poquitísimo que tiene, pero DEBO pagar las aberrantes deudas que durante siglos adquirieron los que “nos construyen sin descanso, hora a hora”.

Puedo -si me dejaron nacer- morir “naturalmente o suicidarme”, pero debo pagar con mis impuestos el asesinato de los desvalidos (el niño por nacer, o la eutanasia de quienes deben morir para que otros vivan).

Por eso, después de soportar leer este líbelo siéntase libre a considerar si está siendo “instruído” o está siendo “construído”.