Por Nancy B. Chinelli* –
¿En quienes depositamos nuestra confianza? ¿Preferimos estabilidad, que defiendan los intereses de la comunidad, ser protegidos de la violencia, o solo pretendemos vivir virtuosamente y en paz?
El día a día pone en duda si realmente tenemos la decisión de anteponer el bien común a nuestros intereses individuales, como quien tiene a Maquiavelo de biblia, en un momento somos hombres y en otros somos animales a los que solo les interesa sortear las trampas o atemorizar lobos.
Nos sentimos merecedores de un gobierno perfecto, de lideres casi sabios, casi dioses, con la virtud del Príncipe para mantener la gloria de un gobierno de riquezas, heroico, pero luego escuchamos y aplaudimos a quienes ponen en riesgo a la sociedad en su conjunto, o son capaces de instar a un estado de guerra, y aun así…dudamos.
¿Si el Estado como unidad política se identifica con el pueblo, en que momento dejamos de identificarnos con nuestros lideres? ¿En qué momento perdimos la fidelidad, dejamos de sentirnos parte y nos dejamos atrapar por la resignación, alienados por los medios de comunicación que nos empujan al descreimiento? Estamos perdiendo capacidad de discernimiento pasando a ser tierra fértil de dominación.
Es necesario que la sociedad despierte, que tome conciencia de que en nosotros esta la respuesta, y que podamos distinguir entre quien nos introdujo o propone el culto de la personalidad, del individualismo y la meritocracia donde el pobre es pobre porque quiere, de aquel que nos propone ir tras una causa común, recuperando la igualdad y una sociedad más equitativa.
Pasamos procesos dictatoriales que rompieron nuestro entramado social, pasamos guerras y crisis económicas, en todo y cada uno de los procesos fuimos capaces de cambiar el rumbo de las cosas, pero no nos engañemos, no lo hicimos solos. Fuimos guiados por lideres que supieron encauzar nuestros esfuerzos, ordenarlos, nos dieron un modelo a seguir.
Tenemos que recuperar esa esencia, volver sobre esos lideres. No compremos discursos de autosuficiencia, ni soluciones mágicas ni propuestas revestidas de odio. Abracemos a aquel que se rodea de los mejores, que se sienta a conciliar con un adversario porque propone ir tras un bien común, tras un éxito colectivo que solo se logra con una lucha conjunta, con autocritica y entrega, a sabiendas de que esta no es una capacidad que viene con el cargo, sino que se construye en actos.
*Materia “Liderazgos Políticos en América Latina” – Facultad de Periodismo – UNLP