
Por Dr. Luis Sujatovich* –
El meme constituye una excepción a las prácticas comunicacionales de la cultura contemporánea, porque su fundamento discursivo no se solventa en la exposición de bondades, ni en los acuerdos respecto a un tema, ni en los vínculos que se enriquecen en el intercambio cotidiano de publicaciones amables (y previsibles).
El meme recupera el espíritu melancólico del tango, expresa el desengaño pertinaz de cada sujeto ante la realidad, es un modo de atravesar el desengaño, las injusticias y las limitaciones que nos agobian. Si observamos con detenimiento una cantidad importante de memes, podremos encontrar que tienen una cualidad en común, a pesar de que aborden diferentes temas: quien enuncia no es un héroe, sino más bien una víctima. Quizás por eso es sencillo sentirse identificado, quien lo lee puede imaginar (o recordar) padeciendo en una situación semejante.
La expresión del meme es disruptiva porque no se ajusta a las normas que imperan en la red, no está tan atravesada por la burbuja, por el hedonismo individualista, ni busca engrandecer el ego de quien lo publica, por el contrario, se asemeja más a una confesión, a la presentación explícita de una debilidad, de las desgraciadas consecuencias de poseer algo de inocencia. La diferencia entre las publicaciones que suelen configurar un escenario confortable, porque suelen ofrecerse a un público cautivo (que a su vez responde en el sentido esperado) y el sarcasmo que se manifiesta en los memes hay una distancia que merece indagarse.
¿Será que la permanente búsqueda de felicidad, entretenimiento y vínculos customizados no es suficiente para dar cuenta de la complejidad de nuestro comportamiento social e individual? Acaso la pulsión de muerte, tal y como la define Freud, nos permita comprender mejor los fundamentos de esa proliferación discursiva que se ha vuelto, en los últimos años, en un aspecto sustantivo de la comunicación digital. Sin ella, el meme no existiría, por lo tanto, no es posible analizarla sin apelar a las cualidades que atraviesan y definen a ambos: analizar a una implica, al menos en parte, hacerlo con la otra.
No se trata sólo de contemplar las formas del humor actual ni de esclarecernos acerca de cuáles son los temas más tratados, sino más bien de comprender qué nos insinúa este artefacto comunicacional acerca de las estrategias que emplea la sociedad para afrontar y gestionar sus frustraciones. El meme nos habla a nosotros, pero a la vez somos su principal tema. Por eso nos gustan y nos interpelan en la misma proporción.
El meme es una fórmula retórica cuyo principal atributo es su irreverencia, su manifestación disoluta del desamparo de la condición humana, aún en tiempos que se asumen providenciales o nefastos, a fuerza de algoritmos y plataformas. Contemplar un meme equivale a sucumbir ante nuestra vulnerabilidad, por eso persiste el tango, las tiras cómicas y los grafitis. Sin aquello que nos falta, aún munidos de sofisticados dispositivos, no hallamos el modo de ser quien somos.
*Investigador – Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –
Fuente de la imagen: https://www.eltiempo.com/cultura/gente/la-evolucion-de-los-memes-como-han-cambiado-desde-sus-inicios-hasta-hoy-569316